lunes, 21 de febrero de 2011

EL ESPIRITU SANTO Y SU DOCTRINA

EL ESPRITU SANTO Y SU DOCTRINA

“ENSAYO”

Pastor Guillermo Sebastián Olivera

BUENOS AIRES

ARGENTINA

INDICE DEL TEMARIO

El tema sobre el Espíritu Santo

¿Qué Significa Ser llenos del Espíritu?
¿Cuáles son las señales de una vida llena del espíritu?
El Espíritu Santo produce control en el creyente
El Espíritu Santo produce alegría en el creyente
¿Cómo vivir llenos del espíritu?
Debemos anhelar ser llenos.
Debemos limpiar  el instrumento
Debemos recibirlo por fe
Nuestra marca
Nuestra marca de propiedad
El sello del espíritu santo nos abre la puerta
Que nos indica el sello del espíritu santo
El espíritu santo nos da redención
Viéndolo de otra  manera: nuestra redención
El espíritu santo es un anticipo para lo que nos aguarda en los cielos
¿El Espíritu Santo se encarna en nosotros?

Espíritu Santo

Su divinidad se establece
Espíritu Santo en AT
Pentecostés
Importancia de Pentecostés en la historia del pueblo de Dios.
Resumen de los pensamientos sobre la importancia de Pentecostés
Llenos del Espíritu Santo
La venida del Espíritu Santo en Pentecostés
Resumen de los pensamientos sobre la importancia de Pentecostés
Hablar en lenguas
Espíritu santo, consolador

Patrística y teología medieval

La Reforma

Observaciones finales

El tema sobre el Espíritu Santo

Debiera ser el más importante después que hablamos de la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo. Pero si somos francos,  es un uno de los que no recibe toda la  atención como es debida en nuestro diario andar. No era así cuando se inició la iglesia del Señor. El denuedo que vemos en los discípulos al hablar la palabra de Dios se debía a que eran hombres llenos del Espíritu. Es posible que los excesos que se han cometido, usando este nombre de una manera indiscriminada, han generado una especie de “temor” para no profundizar en la búsqueda de una experiencia legítima, cuyo resultado sería: vivir la vida cristiana de una forma victoriosa. Una de las palabras más significativas de nuestro Señor antes de ir a la cruz fueron aquellas cuando dijo: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Juan 14:18). El Señor sabe cuáles son las vicisitudes por las que pasa un huérfano, de modo que no quiso que sus discípulos vivieran esa experiencia. Para ello envió al Consolador. Él haría lo mismo que Jesús, pero de una manera más amplia. Cuando Jesús vino tuvo la limitación de su cuerpo. Cuando el Espíritu Santo vino comenzó a obrar en todas partes y al mismo tiempo. ¿Qué ha hecho el Espíritu santo desde que llegó y por qué es tan importante su presencia? Nos incorporó a la familia espiritual. Nos bautizó en un mismo cuerpo, al que llamamos iglesia. Nos ha sellado para el día de la redención. Nos ha hecho parte del gozo anticipado de lo que será nuestra herencia celestial. Nos ha convertido en morada de su Santa Presencia. Nos ha ungido como sacerdotes con la realidad de su poder. Y por si faltara algo, nos ha capacitado para servir al Señor en su iglesia a través de los dones espirituales. De modo que estamos completos en él. Sin embargo, para que el Espíritu Santo llegue a ser una realidad viva, transformadora y poderosa en nosotros, necesitamos ser llenos de él. Con esto afirmamos que una cosa es tenerlo en nuestras vidas y otra muy distinta es que él nos llene. Este pudiera ser el imperativo de más exigencia para andar con el Señor. Se ha dicho que al hombre de hoy hay que llenarlo con algo; por lo general  llena su  alma con todo, menos con el Espíritu Santo. De allí la urgencia de este tema. Abordémoslo hoy.


¿QUÉ SIGNIFICA SED LLENOS DEL ESPÍRITU?
Esta es la pregunta que debemos responder en primer lugar, pues  la confusión que el presente tema ha generado no ha sido poca. Una de las razones se debe a la forma de interpretar la  experiencia de la salvación. Algunos sostienen que primero hay que recibir a Cristo y luego  recibir al Espíritu Santo como dos cosas separadas, cuyas manifestaciones más comunes son hablar en otras lenguas. La primera cosa que debe decirse es que la conversión a Cristo, el bautismo del Espíritu y el sello del Espíritu tiene que ver con una sola cosa. Sucedió una sola vez, no tengo por qué buscar otra experiencia a lo que ya fue hecho. Pero  ser llenos del Espíritu es una acción que debe suceder siempre. Es un imperativo al que hay que seguir todos los días de nuestra vida. Ahora bien, cuando hablamos de la llenura del Espíritu estamos tratando con un lenguaje figurado. Es bueno recordar que el Espíritu no es un líquido o un gas con el que llena al individuo. Tenemos que recordar que el Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad y que nosotros somos simples criaturas humanas. De modo, pues, que la enseñanza de este lenguaje figurado es mostrarnos que quien está lleno del Espíritu es alguien que vive gobernado por él. Pero, aún más, que quien está lleno del Espíritu es alguien que está lleno de Cristo. Con esto concuerda lo que ya hemos dicho sobre la frase de Jesús “no os dejaré huérfanos”. Es un asunto maravilloso pensar que aun cuando Cristo está en los cielos, haciendo su ministerio de intercesión, y esperando por su  eminente regreso, también vive en el creyente y a través de él se manifiesta a este mundo necesitado. Recordamos en este mismo sentido que la misión por excelencia del Espíritu Santo al tocar tierra  fue la de glorificar a Cristo. De modo que cuando hablamos de ser llenos del Espíritu estamos hablando de una vida que en todo lo que hace está trayendo gloria a Cristo. Así tenemos que cuando Cristo nos gobierna estamos viviendo una vida llena del Espíritu. Con esto concuerdan las palabras de Pablo, quien al hablar de su relación con Cristo decía: “Con Cristo estoy juntamente crucificado; y ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí”. Ser llenos del Espíritu no es solo tener una experiencia sino sentir un gobierno sobre nosotros. Podemos hablar en lenguas, gritar, reír, llorar, danzar, pero si no somos gobernados por Cristo y vivimos para su obediencia, todo lo demás es “metal que resuena que hace ruido y nada más”. Hay dos manifestaciones claras sobre una vida que está llena del Espíritu. Una es vivir en santidad, y aquí observamos este otro imperativo que nos dice: “Sed santos porque yo soy santo”. La otra es la manifestación de los frutos del Espíritu, que son: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, y dominio propio. Usted está lleno del Espíritu cuando todos los días encarna este fruto. Y usted está lleno del Espíritu cada vez que se aleja del pecado.
¿CUÁLES SON LAS SEÑALES DE UNA VIDA LLENA DEL ESPÍRITU?
El Espíritu Santo produce poder en el creyente.
Cuando uno lee el libro de los Hechos no puede dejar de ver con cierto asombro la manera cómo el Espíritu Santo se  hizo presente en la vida del naciente movimiento cristiano. Él es el Actor principal,  los discípulos fueron sus instrumentos. Y una de las características de todos los relatos fue que cada vez que los discípulos fueron llenos del Espíritu Santo algo pasaba. Comenzando en el mismo día del Pentecostés se puede notar como Pedro, un hombre del “vulgo”, como lo calificaron los intelectuales religiosos, fue usado para traer un poderoso mensaje cuyo resultado fue la conversión, en un solo día, de tres mil personas.  La misma experiencia la vivieron los diáconos Esteban y Felipe. Ambos llenos del Espíritu enfrentaron el martirio y fueron usados para evangelizar a los gentiles. Y qué decir después de Pablo, Bernabé, Silas por mencionar algunos. El mundo de su entonces fue cambiado por el poder que en ellos se operaba. Podemos, pues, resumir las señales de una vida llena del Espíritu de la siguiente manera. El Espíritu Santo dota de poder al creyente.
El Espíritu Santo produce control en el creyente
El texto que estamos usando nos dice: “No os embriaguéis con vino en el cual hay disolución”. ¿Por qué esta mención cuando se está hablando de la llenura del Espíritu? Bueno, un borracho lo controla el alcohol, no él mismo. Sabido es de las barbaridades que comete una persona ebria. Muchos accidentes, crímenes y divorcios son la consecuencia de hombres y mujeres desenfrenados por la influencia del alcohol. Las personas son más osadas cuando están “con unos tragos demás”. Pero la otra parte del texto nos dice: “Antes bien, sed llenos del Espíritu”. Si ponemos las dos ideas juntas, estamos hablando de dos embriagueces muy distintas. Lo que nos está diciendo Pablo es que mientras el alcohol hace perder la razón, el Espíritu Santo te hace actuar con la razón. Una embriaguez le da al cuerpo una nota alucinante, perniciosa, olvido de Dios. Mientras la otra le da al alma un gozo santo, coraje humilde, hace olvidar al mundo y sus placeres y se somete a Dios.
El Espíritu Santo produce alabanza en el creyente
  Una forma de expresar esa alabanza es a través del canto. La otra parte del texto que estamos usando nos dice: “Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” v.19. La iglesia del primer siglo tenía razones que la hacía feliz, por eso cantaba. No se concibe a un creyente que esté lleno del Espíritu y que no cante. Cuando andamos llenos del Espíritu Santo cantamos en la tristeza, en el  dolor, en el culto y hasta en los funerales. Hay creyentes que son una mala propaganda para el evangelio, no se evidencia ningún gozo en sus vidas. No cantan al Señor ni cuando se bañan. El texto además nos dice: “Dando siempre gracias por todo a Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. La gratitud, de la que hablaremos la próxima semana, es otra señal de nuestra alabanza al Señor y de una vida llena del Espíritu. ¡Cómo no ser agradecido a Dios que nos ha dado todo y por quien vivimos y nos movemos! ¡Cómo no expresarle a nuestro Dios nuestras gracias por lo que él es y hace!
¿CÓMO VIVIR LLENOS DEL ESPÍRITU?
El imperativo que estamos mencionando hoy nos plantea la idea de la continuidad. La traducción exacta del texto sería: “Sed constantemente llenos del Espíritu”. La falta de victorias continuas y el vivir la vida cristiana de una manera  liviana, se debe a la ausencia de la llenura del Espíritu. Por esto entendemos la importancia de la sujeción al señorío de nuestro Señor Jesucristo. Veamos, pues, la manera de ser llenos del Espíritu.
 Debemos anhelar ser llenos.
 Ninguna sensación es tan desesperante que la de tener sed después de un prolongado tiempo sin ingerir este preciado líquido. La misma experiencia que sucede en el aspecto físico debiera suceder en el contexto espiritual. Solo que muchas veces nuestros deseos no son espirituales sino carnales y materiales. De modo que nuestro oración debiera ser como la de Pablo: “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13). Es una gran noticia saber que Dios “produce así el querer como el hacer”, cuando yo tengo el deseo que su Espíritu me llene. Debemos desear ser llenos así como deseamos una comida caliente y rica que llene nuestro estómago.
Debemos enjuagar  el instrumento
Dios quiere usar todos los vasos, no importa el color que tenga o la contextura con la que ha sido hecho. Pero él no va a usar un instrumento sucio. Hay que lavarlo, enjuagarlo, limpiarlo y secarlo. Solo de esta manera el instrumento,  que en este caso es nuestra propia vida misma, quedará apto para ser usada. Uno de los textos que más debiera estar presente en nuestra vida como creyentes es el pasaje de Isaías 59:1, 2, que dice: “He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír”. Son los pecados los que hacen separación entre Dios y nosotros. Y esto es aplicable para un inconverso y para un creyente. El primero comete el pecado de resistir  y hasta blasfemar del Espíritu por su incredulidad y su rechazo a la obra de gracia (H      echos 7:51; Mt. 12:22-32). En el caso del creyente él puede cometer dos pecados contra el Espíritu Santo, y los mismos  son estorbos para la llenura del Espíritu. Uno tiene que ver cuando apagamos el Espíritu (1 Tesalonicenses 5:19). La falta de compromiso con el Señor y su obra pone en evidencia este pecado en muchos creyentes. El otro es el contristar al Espíritu (Ef. 4:30). Cuando pecamos con nuestro cuerpo, allí estamos entristeciendo al Espíritu y menoscabando su obra de gracia. Una de las manifestaciones más comunes son: mentira, enojo, ira, calumnia y malicia. Somos llenos del Espíritu cuando vigilamos si no andamos contristando al Espíritu a través de tales pecados. Uno de los textos que el creyente debiera tomar en cuenta todos los días de su vida es: 2 Timoteo 2:19, 21.
Debemos recibirlo por fe
 Jesús nos ofreció una de sus más inagotables promesas. En una ocasión les dijo a sus discípulos: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37, 38). De acuerdo a este texto, la plenitud del Espíritu será posible en la medida que aceptemos  el reto de “beber” y “creer” lo que nos dice el Señor. Esto es un acto de fe. Así como un día levantamos nuestra mano y abrimos nuestro corazón para recibir a Cristo, así también por fe tenemos que ser llenos del Espíritu. Esto pudiera ser muy simple para algunos que buscan una experiencia extrasensorial. Pero no hay tal cosa como una fórmula que debe repetirse sino el mismo principio por el que nos acercamos a Cristo por primera vez. Es sencillamente decir: “Señor, te necesito tanto como el día que te recibí. Puesto que mi deseo es seguir agradándote, y sabiendo que esto no lo haré en mis propias fuerzas, por fe me apropio de la plenitud de tu Espíritu. Dejo que él gobierne mis pensamientos, actos y voluntad. Quito de mi corazón todo vestigio de pecado, todo vicio que ofende el templo de tu Espíritu (mi cuerpo) y quito de mi mente todo pensamiento impuro, y dejo que sea lo honesto, lo amable, lo puro lo que me gobierne. Por fe dejo que él ocupe el lugar que ocupa mi yo y con humildad me someto a su guía y dirección. Amén.”, ¡Beba hoy por fe de esa fuente inagotable del Espíritu! Todos los días pueden ser una aventura espiritual.

 Una vez que he cumplido con este imperativo de “sed llenos del Espíritu”, debo seguir aplicándolo. Esto es lo mismo que hago todas las mañanas, tarde y noche con mi cuerpo. Él demanda, por lo menos, de tres raciones de alimento para su sustento. Mi alma requiere con mayor razón de ese alimento, pues la Biblia sentencia que “no solo de pan vivirá el hombre”. Es por eso que necesito todos los días ser lleno del Espíritu. Una vez que por fe me apropio de ello, entonces hago realidad la el otro imperativo que está muy relacionado con este mismo: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”; y luego, con este mismo énfasis, y pensando en nuestra condición diaria, se nos aconseja: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:16, 25)
NUESTRA MARCA
Hay un gran prestigio cuando la  Mercadotecnia lanza un producto que lleva consigo el sello de calidad oficialmente reconocido. Mucha gente compraría algo solo  al reconocer la marca. El sello acompaña no solo la calidad sino también la propiedad. Llega a ser como el “copyright” que no puede ser  tomado sin el derecho del autor. No pocos documentos de valor y cartas carecen del sello que los autentica; su ausencia sentencia la ilegitimidad. En la vida cristiana tenemos el “sello del Espíritu”.
NUESTRA MARCA DE PROPIEDAD
 Cuando Jesús dijo: “Yo conozco mis ovejas..” seguramente estaba profetizando la venida del Espíritu, quien morando en cada creyente seria el “distintivo de propiedad” con el que se les reconocería en este mundo mientras caminan a su habitación eterna. El sello con el Espíritu es una garantía de propiedad divina. Si alguien tuviera duda en cuanto a su salvación, esta declaración  bíblica debe producir un cese a su inseguridad eterna. El Espíritu  Santo es nuestra seguridad hasta el día de la redención. Damos por un hecho que el “sello del Espíritu”, es el Espíritu mismo viviendo en nosotros. No hay tal cosa como una “señal visible” por la que tengamos que ser recocidos. La presencia del Espíritu es la señal que nos distingue especialmente con la manifestación de su fruto: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio.

 ¿Por que fuimos sellados por el Espíritu?
EL SELLO DEL ESPÍRITU SANTO NOS ABRE LA PUERTA


Quien  no tenga el sello del Espíritu no puede tener acceso a las bendiciones espirituales. Note por un lado que esas bendiciones han sido dadas “en Cristo”. En este texto por lo menos unas 10 veces se menciona la oración “en Cristo”. Cristo es el instrumento a través de quien Dios derrama sus bendiciones. Quien le conoce como su salvador entrara en el universo de sus bendiciones.   Se nos dice que fuimos “bendecidos con toda bendición espiritual”. Dios no da sus bendiciones con goteros ni por medidas. El Espíritu Santo nos  introdujo a todas las  bendiciones espirituales  reservadas al momento de conocerle. En  nuestra propia búsqueda queremos que Dios nos bendiga con bendiciones que podemos tocar, comer, disfrutar. Pero la verdad es que todas las bendiciones de Dios son espirituales y quien disfruta de ellas en su vida, también tendrá las materiales. Vea que  esas bendiciones  fueron dadas “en lugares celestiales”. No es esto una referencia a un lugar geográfico. Quedaríamos muy frustrados sin poder alcanzar tales bendiciones si  esto fuera así. La idea de este pensamiento tiene que ver con una relación. Doquiera que Dios este es un lugar celestial. Cuando estamos en relación con Dios estamos en un lugar celestial. Nos perdemos de las bendiciones espirituales porque no estamos en una relación con el Dios celestial.

QUE NOS INDICA EL SELLO DEL ESPIRITU SANTO
El tema de la elección y la predestinación en la Biblia se ha constituido en uno de los más controversiales y hasta de división en la historia de la iglesia. Calvino dio origen a una postura teológica fatalista con la llamada predestinación incondicional. De acuerdo a esto, la elección humana no tiene papel alguno ni en la salvación ni en la condenación. Es algo así como si Dios  elige al salvado que no puede resistir su gracia, y todos los demás están perdidos para siempre. Los bautistas estuvieron al principio divididos con este concepto calviniano; de allí las dos tendencias: bautistas generales y bautistas particulares. Lo primero que nos dice el texto es que nos “escogió antes de la fundación del mundo”. La predestinación que tiene que ver con  la salvación eterna es independiente de los hechos que marca la historia determinada por el tiempo y el espacio. La salvación de nuestras almas no fue una decisión apresurada. Es interesante pensar que no fue el pecado y su rebelión la que creó una “emergencia” divina para salvar al que había caído.  Nuestra mente finita jamás entenderá esta decisión de un Dios infinito,  pero si podemos entender que el amor de Dios es eterno. Dios nos amo antes de enviar a su Hijo porque ya su Hijo era el “cordero de Dios  inmolado antes que el mundo fuese”. Su elección y predestinación eterna fue hecha en Cristo. Todo esto lo hizo Dios por el “puro afecto de su voluntad”. Nadie se lo insinuó, nadie se lo pidió, nadie le trajo un plan, nadie le suplico. Ilustración: Recientemente un hombre  en mi oficina me dijo: “Pastor yo no entiendo porque Dios me sigue amando después de las cosas que he hecho”. La única  razón que yo encuentro es porque El nos escogió y decidió amarnos por el puro afecto de su voluntad.
EL ESPIRITU SANTO NOS DA REDENCIÓN
La palabra “redención” es tomada del mercado donde se vendían los esclavos. Jesús fue al “mercado donde se vendían los pecadores”, para pagar un altísimo  precio por nuestra esclavitud a través  de la cruz. En él somos libres de esta condenación eterna. No había idea de lo negro y feo que eran los pecados hasta que se dio el grito desgarrador de la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por que me has desamparado?”. Cuando somos salvos somos  sellados con el Espíritu como un reconocimiento a lo que Dios hizo en la eternidad por nosotros, lo que hizo en la historia con la muerte de su Hijo pero también lo que hará en la consumación de los tiempos cuando nuestro cuerpo sea glorificado.
Viéndolo de otra  manera: nuestra redención


Se decidió en la eternidad, se ejecuto en la historia y terminara en la antesala de la vida en el cielo. Cuando un creyente muere entra al preámbulo de su redención total. La venida de  Cristo traerá consigo la resurrección de cuerpos glorificados. La labor del Espíritu ha sido sellarnos para el día de la redención total. Hasta ahora “nosotros mismos que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo” Rom. 8:23.  ¿Quién no anhela esa redención total? ¿Quién no desea tener ese cuerpo que no estará sujeto a la tentación, a las enfermedades, a los infortunios, al dolor, al cansancio y a la frustración? El Espíritu Santo es nuestra garantía de llegar hasta ese día glorioso. Bien pudiéramos decir que su labor en la redención será hasta ese día, pues a partir de allí estaremos por siempre con Jesús. Ya nuestro cuerpo no será más su templo y morada porque ahora la presencia real y gloriosa de nuestro Señor Jesucristo será contemplada con nuestros “ojos eternos”. El Espíritu nos está preparando hasta que lleguemos a la glorificación eterna. Ningún tema es más sublime que el que atañe a este de la redención.
EL ESPIRITU SANTO ES UN ANTICIPO PARA LO QUE NOS AGUARDA EN LOS CIELOS
No le falto ni le sobro al programa de salvación que se gesto en la mente divina desde el principio. Dios aseguro todo su plan con una participación activa de la trinidad. El Padre que elige, el Hijo que muere como propiciación y el Espíritu que nos da las “arras de nuestra herencia”.  Las arras del Espíritu no es sino aquel anticipo que ya ha sido “entregado” para asegurar el resto del “negocio”. Nos aguarda una herencia incorruptible, inmarcesible e incontaminada en los cielos. A Dios le plació por ese puro afecto de su voluntad no solo salvarnos, sino que “en él (Cristo) tuvimos herencia”. No tengo mucho interés en saber cómo será esa herencia. Doy por sentado que el solo hecho de estar con Cristo toda una eternidad es suficiente para disfrutar de esas “bendiciones espirituales con hemos sido bendecidos en los lugares celestiales”. Los hombres en la tierra pelean por sus herencias, llegan a odiarse hasta el punto de matarse entre ellos mismos  al momento de repartir los bienes. Los cristianos no tenemos este tipo de problema pues la herencia que el Padre eterno nos ha dado esta en Cristo. Contamos con una herencia garantizada.

Hace algunos años se me notifico que era heredero juntamente con otros familiares  de casi la mitad de un pueblo en mi país de origen (esto es solo una historia).  A juzgar por las bondades de aquella tierra, resultaba muy esperanzadora la idea de poseer aquello que perteneció a nuestros antepasados. Hice un viaje de inspección y en efecto comprobé que mi “herencia estaba allí”. El problema se presento cuando comenzaron a aparecer tantos herederos y el alto costo que cobraban los abogados para registrar la herencia.  Para ese entonces tendría que estar viajando mucho de modo de “poner al día” todo lo relacionado a la documentación de mis bienes. La posibilidad de adquirir aquella herencia se  planteaba muy cuesta arriba de modo que llegue a la conclusión que mejor me quedara sin tal herencia terrenal por todas las implicaciones para obtenerla.  No había seguridad de tal herencia. Sin embargo la herencia que nos aguarda en los cielos  no  requiere de mucha “documentación”, no requiere de abogados que entren en litigios ni hay problemas en la repartición de los bienes porque hay suficiente para todos. El Espíritu Santo nos ha sellado para ser “herederos y coherederos con Cristo”.

El sello garantiza no solo la legitimidad y propiedad de algo, sino que también sirve para proteger que no se adultere  la originalidad de un documento. El sello del Espíritu Santo nos asegura que somos propiedad divina. Que nada ni nadie puede “falsificar ni adulterar” nuestro estado original. Bien pudiéramos decir que el sello del Espíritu Santo era lo que faltaba en el plan completo de redención del hombre. Tal sello nos acompañará hasta el día de la redención total. No le quepa, amado hermano, la más mínima duda de que su salvación es eterna al saber que el Espíritu Santo ha hecho de usted UNA MARCA DE PROPIEDAD que lo identifica aquí en la tierra hasta que llegue nuestro Señor Jesucristo.

¿El Espíritu Santo se encarna en nosotros?

En la teología cristiana el Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad, distinta pero consubstancial con Dios Padre y Dios Hijo. A veces se describe al Espíritu Santo como la presencia creativa, sanadora, renovadora de Dios. Los teólogos señalan un desarrollo gradual de la doctrina en las Escrituras: en el Antiguo Testamento, el Espíritu estaba activo en la creación del mundo (Gen. 1) y en la profecía (Isa. 61:1); en el Nuevo Testamento, el Espíritu estaba presente en la vida y obra de Jesucristo (Marc. 1:12) y continúa presente como el Paráclito (abogado) en la comunidad cristiana (Juan 14:26). La iglesia primitiva vio la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles en Pentecostés como derramamiento de dones divinos de santidad, amor, profecía, sanación y dominio de lenguas. La doctrina del Espíritu Santo fue formulada en el Concilio de Constantinopla en el año 381.

"Mas el Consolador, El Espíritu Santo, a quien el Padre enviara en mi nombre,, el os enseñara todas las cosas, y os recordara todo lo que os yo le he dicho " Juan 14:26

"A Él se le presenta como uno que viene al mundo, como promesa tanto del Padre como del Hijo, y en esa calidad vino e el día de Pentecostés. En vista de la revelación del Antiguo Testamento, la cual afirma que El ya estaba en el mundo, surge un problema con respecto al significado de estas promesas según las cuales El vendría al mundo. La respuesta escondida en la distinción que hay entre una omnipresencia, que fue le modo de la presencia del Espíritu Santo antes del Pentecostés, y una residencia, que es el modo de su presencia en el mundo después de Pentecostés. "l

Según Chafer, es imperativa una distinción entre las expresiones y las conductas según las situaciones históricas del Espíritu Santo en relación con el hombre. La primera distinción debe ser realizada a partir de entender el carácter omnipresente del Espíritu Santo en todas las situaciones históricas de los individuos y también en la dimensión atemporal. La otra distinción recae en la realidad del Espíritu Santo después de Pentecostés, o sea, su relación con los individuos redimidos. A la primera podemos denominarla como la omnipresencia y a la otra como la residencia del Espíritu Santo.

"Muy profundas y características son las relaciones del Espíritu Santo con los creyentes en Cristo. El Espíritu los regenera, mora en el, lo unge, lo bautiza, lo sella y lo llena, con lo cual no solo crea los factores esenciales que en su conjunto hacen al cristiano lo que él es, sino que le dan poder para andar como es digno del llamado.

Para Chafer, la existencia de una encarnación, en el sentido más estricto de este término que podemos definirlo como "acción o efecto de encarnarse, unión de la naturaleza divina con la humana en (apersona del verbo, personificación, representación de una idea o doctrina"3, no es sostenible. La compresión de la acción de "unión", es radicalmente diferente del término "residencia". A su criterio, la encarnación está directamente relacionada con la realidad de una fusión de caracteres y naturalezas, engendrando una naturaleza nueva, en antagonismo con la idea de "residencia", que habla de una estadía de un elemento con existencia independiente en un determinado espacio.

Concluyo que el Espíritu Santo reside en los redimidos, o sea que mantiene su independencia existencial pero que potencia nuestros caracteres para alcanzar los objetivos divinos predeterminados.

Espíritu Santo

La tercera persona de la Trinidad adorable.

Se prueba su personalidad

1. de que se le adscriben (Juan 14:17, 26; 15:26; 1 Cor.2:10, 11; 12:11) atributos de la personalidad, tales como inteligencia y volición. Él reprende, ayuda, glorifica, intercede (Juan 16:7-13; Romanos. 8:26).

2. Él desempeña cargos propios de una persona. La naturaleza misma de estos cargos implica distinción personal (Lucas 12:12; Hechos 5:32; 15:28; 16:6; 28:25; 1 Corintios. 2:13; Hebreos. 2:4; 3:7; 2 Pedro 1:21).

   Su divinidad se establece

1. del hecho de que se le adscriben los nombres de Dios (Éxodo 17:7; Salmos 95:7; Hebreos. 3:7-11); y

2. También se le adscriben los atributos divinos: omnipresencia (Salmos 139:7; Efes.2:17,18; 1 Corintios. 12:13); omnisciencia (1 Cor.2:10,11); omnipotencia (Lucas 1:35; Romanos. 8:11); eternidad (Hebreos. 9:4).

3. La creación se atribuye a él (Génesis. 1:2; Job 26:13; Salmos 104:30), y los milagros (Mateo. 2:28; 1 Corintios. 12:9-11).

4. requiere y se le atribuye adoración (Isa. 6:3; Actos 28:25; Romanos. 9:1; Apocalipsis. 1:4; Mateo. 28:19).

El Antiguo Testamento

En el AT el Espíritu del Señor (hebreo, ruah yhwh; LXX, to pneuma kyriou) es generalmente una expresión del poder de Dios, la extensión de sí mismo por la que El lleva a cabo muchos de sus poderosos actos (1 Reyes 8:12; Jueces14:6; 1 Sam.11:6). En cuanto tal, a veces "espíritu" se expresa en formas semejantes a otros modos de actividad de Dios, tales como "la mano de Dios" (Salmos 19:1; 102:25); "la palabra de Dios" (Salmos 33:6; 147:15, 18); y la "sabiduría de Dios" (Éxodo. 28:3; 1 Reyes 3:28; Job 32:8). Los orígenes de la palabra "espíritu", tanto en hebreo (ruah) como en griego (pneuma) son similares: provienen de la asociación con "respiración" y "viento", que las culturas antiguas conectaban con fuerza espiritual invisible, por lo tanto "espíritu" (cf. Juan 3:8; nótese la asociación con "aire" en castellano, "neumático", "respiración", etc.).

Así se entiende que la palabra creadora de Dios (Génesis. 1:3) está íntimamente relacionada con el soplo creativo de Dios (Génesis. 2:7). En todos las demás partes ambos conceptos se identifican con el Espíritu de Dios. Como agente en la creación, el Espíritu de Dios es el principio vital de hombres y animales (Job 33:4; Génesis. 6:17; 7:15). La función primaria del Espíritu de Dios en el AT es la de espíritu de la profecía. El Espíritu de Dios es la fuerza inspiradora de los profetas, ese poder que a veces movió a éxtasis, pero siempre a la revelación del mensaje de Dios, expresada por los profetas con "así habló el Señor". A los profetas se les suele llamar "hombres de Dios" (1 Samuel. 2:27; 1 Reyes 12:22; etc.); en Oseas. 9:7 son "hombres del espíritu". La implicancia general en el AT es que los profetas estaban inspirados por el Espíritu de Dios (Núm. 11:17; 1 Samuel. 16:15; Miqueas. 3:8; Ezequiel. 2:2; etc.).

La frase "Espíritu Santo" aparece en dos contextos en el AT, pero en ambas se le califica como Espíritu Santo de Dios (Salmos 51:11; Isa. 63:10-11, 14), de modo que está claro que Dios mismo es el referente, no el Espíritu Santo que se encuentra en el NT; el AT no contiene una visión de una entidad divina semiindependiente, el Espíritu Santo. Más bien encontramos expresiones especiales de la actividad de Dios con y a través del hombre. El Espíritu de Dios es santo al igual que lo son su palabra y su nombre; todos ellos son formas de su revelación, y en cuanto tales se les presenta como antítesis de todas las cosas humanas o materiales. El AT, especialmente los profetas, anticipan un tiempo en que Dios, que es santo (u "otro/separado" del hombre; Oseas. 11:9) volcará su Espíritu sobre los hombres (Joel 2:28 y; Isa. 11:1; Ezequiel. 36:14), que se volverán santos. El Mesías / Siervo de Dios será aquel sobre quien descanse el Espíritu (Isa. 11:1; 42:1; 63:.), y que inaugurará el tiempo de la salvación (Ezequiel. 36:14; Jeremías. 31:31). El Nuevo Testamento.

La enseñanza del NT sobre del Espíritu Santo se remonta al enfoque del Espíritu de Dios como manifestación del poder de Dios, y en la del espíritu del profecía. Jesús, y la iglesia después de él, juntó estas concepciones al predicarlas del Espíritu Santo, don escatológico de Dios al hombre. La frase "el poder del Altísimo cubrió con su sombra" a María, frase de construcción paralela a la de "el Espíritu Santo " (Lucas 1:35; cf. 9:35), se hace eco de la expresión del AT de que espíritu de Dios es la nube divina que "cubrió con su sombra" el tabernáculo de modo que la tienda quedó llena de la gloria del Señor (Éxodo. 40:35; Isa. 63:11. Identifica la presencia de Dios en esta instancia como "Espíritu Santo de Dios"). Lucas registra el poder de Jesús para expulsar a los demonios "por el dedo de Dios", expresión del AT para el poder de Dios (Lucas 11:20; Éxodo. 8:19; Salmos 8:3). A este poder se le identifica como "espíritu de Dios" (Mateo. 12:28), es decir, el Espíritu Santo (Mateo. 12:32). En el bautismo de Jesús el Espíritu vino sobre El, (Marc.1:10; "el Espíritu de Dios", Mateo. 3:16; "el Espíritu Santo" Lucas 3:21), que recibió la confirmación de su divina filiación y misión mesiánica (Mateo. 3:13, par). Jesús salió del Jordán lleno del Espíritu Santo (Lucas 4:1), y después de la tentación comenzó su ministerio "con el poder del Espíritu" (Lucas 4:14). Tomando el mensaje de Juan Bautista, Jesús proclamó la venida del reino de Dios (Mateo. 4:17; cf. 3:1), la que estaría marcada por la presencia del Espíritu Santo (Mateo. 12:28) como muestra de la era mesiánica de la salvación (Lucas 4:18; Hechos 10:38; etc.).

Desde el principio de su ministerio Jesús se identificó tanto con el rey mesiánico victorioso como con las sufrientes figuras del servidor de las profecías del AT (Isa. 42:1; cf. Marcos. 10:45), conceptos que el judaísmo había mantenido separados. Jesús definió además el papel de Mesías de Dios como proclamación del favor de Dios, salvación de Dios, en los nuevos tiempos, concepto llevado mucho más allá que el de "juicio a las naciones" que los judíos habían llegado a esperar. En la sinagoga en Nazaret (Lucas 4:16) cuando Jesús se identificó como el Mesías prometido en Isa. 61:1-2a, se detuvo justo antes de leer las "palabras del juicio" de Isa. 61:2b (aunque Isa. 61:2c, "consuelo de los afligidos" es parte de la enseñanza de Jesús en Mateo. 5:4). Este énfasis se vuelve a hacer cuando Juan el Bautista pregunta si Jesús es efectivamente el que debía venir (Lucas 7:18-23). En realidad, aunque Juan Bautista proclamó que Jesús era el que "bautizaría en el Espíritu Santo y en fuego" como aspectos de los nuevos tiempos (salvación y juicio, respectivamente, Lucas 3:15; obsérvense las claras connotaciones de juicio del "bautismo con fuego " en 3:17), el énfasis de Jesús estaba en el aspecto positivo, salvífico, de los nuevos tiempos representados en el bautismo con el Espíritu Santo (Hechos 1:5; 11:16).

Pentecostés
 Hechos 2:1–13. Puede ser útil precisar el significado de Pentecostés en el primer siglo. De Jerusalén estaba obligado legalmente a asistir: la Pascua, Pentecostés y la fiesta de los Tabernáculos. En el siglo III a. de J.C., parece ser que a esta fiesta de Pentecostés correspondía la celebración de una renovación del pacto (2 Crón. 15:10–15). 14–15; comp. 1 Cor. 10:1–4) para entrar en pacto con Dios en el Sinaí (Exo. 19). La salvación y el establecimiento son elementos básicos en la creación del pueblo de Dios en el AT. En este sentido, concluyen algunos que así como la ley mosaica fue dada el día de Pentecostés, así la ley nueva, que consiste primariamente en la gracia del Espíritu Santo y que ha de substituir la ley antigua, debía ser proclamada en ese mismo día. Algunos comentaristas opinan que el milagro de las lenguas (2:4) era como un dar la vuelta al influjo destructivo de Babel, que separó a los pueblos por la diversidad de lenguas. Pero ya Lucas está interpretando la revelación del AT a la luz de la revelación superior, la de la encarnación de Dios en Jesucristo (Mat. 5:21–37; Hech. Vamos a ver cuáles son las afirmaciones fundamentales de Lucas.
Importancia de Pentecostés en la historia del pueblo de Dios
Pentecostés como es narrado aquí por Lucas forma un escenario de enorme trascendencia en la historia de la iglesia. Pues es ahora cuando el Espíritu Santo desciende visiblemente sobre él para darle la vida y ponerlo en movimiento. Los discípulos, antes tímidos (Mat. 26:56; Juan 20:19), se transforman en valientes difusores de la doctrina de Cristo (2:14; 4:13, 19; 5:29). Para Lucas esta presencia de Dios en poder (Luc. La venida del Espíritu Santo en Pentecostés. La afirmación fundamental del pasaje está en las palabras del v. 4: Todos fueron llenos del Espíritu Santo. Era como un primer toque de atención. Esta venida del Espíritu Santo sobre la comunidad cristiana en el día de Pentecostés es comparable con la venida del Espíritu Santo sobre Jesús en su bautismo (Luc. 3:22). La guía divina en términos del Espíritu Santo es un énfasis que ocurre una y otra vez en Los Hechos (2:4, 17, 33, 38; 4:8, 31; 5:3; 6:3, 5; 7:55 s.; 8:17, 29; 10:19; 11:12, 15 s.; 13:2, 4; 15:8, 28; 16:6; 19:2, 6; 20:23; 21:11; 28:25).
Esta presencia divina no se presenta siempre como la intervención del Espíritu Santo. Aparentemente fue el mismo Espíritu (el Espíritu del Señor) que arrebató a Felipe después del bautismo del eunuco (8:39). En la conversión de Pablo fue Jesús quien habló directamente a Pablo (9:4, 5), y el Señor Jesús quien habló a Ananías (9:10, 15, 17); se menciona sólo indirectamente al Espíritu Santo (9:17).
La importancia mayor del Espíritu Santo (especialmente en la primera mitad de Los Hechos) es comparable con el mismo énfasis en el Evangelio de Lucas. En el Evangelio se muestra que Juan el Bautista había de ser lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre (Luc. 1:15). El Espíritu Santo había de venir sobre María y el poder del Altísimo la cubriría con su sombra (Luc. 1:35). Elisabet y Zacarías fueron llenos del Espíritu Santo (Luc. El Espíritu estaba sobre Simeón, quien vio en Jesús la salvación de Dios para todos los pueblos (Luc. El Espíritu Santo vino con gran poder sobre los discípulos quienes lo estaban esperando el día de Pentecostés, pero esto no se debe entender como la primera venida del Espíritu Santo. Ni tampoco fue la primera vez que los discípulos (como personas individuales) fueron llenos del Espíritu Santo. El AT da testimonio a la actividad del Espíritu en toda la historia del hombre; y en el NT la actividad del Espíritu se presenta como estando relacionada con los eventos del AT en la vida y el ministerio de Jesucristo (como se ve en los Evangelios). Dios nunca ha dejado al mundo que él creó sin su presencia santa (el Espíritu Santo).
Era el día de la resurrección y no el de Pentecostés el que sobresalía. Sin la resurrección de Jesús no hubiera habido un Pentecostés cristiano. Y además se encuentran en Los Hechos otros acontecimientos comparables a aquello del Pentecostés. Estas etapas mayores del progreso en la expansión del evangelio entre grupos nuevos fueron autentificadas por el Espíritu Santo con manifestaciones vigorosas.
Resumen de los pensamientos sobre la importancia de Pentecostés
 Básicamente el AT es la historia del llamamiento y la creación de Israel. Hablando precisamente, Dios no llamó a Israel; llamó a personas para que conformaran Israel. Una nación no tiene oídos y no puede ser llamada. Dios habla a individuos; sus llamados son de persona a persona y no de central a central. Llama a individuos para que lleguen a ser personas relacionadas con otras personas en la comunidad.
Cuando el Israel nacional se mostró como carnal, al buscar como Adán el ser suficiente en sí mismo, Dios se volvió a la creación de un remanente. En él fue creado un nuevo hombre (Ef. 2:15); el verdadero Israel de Dios (Gál. 3:29); una raza elegida, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios (1 Ped. 2:9).
El propósito de Dios al crear en Israel a su pueblo, expuesto a lo largo del AT, es una historia continuada en el NT. En Cristo, Dios ha venido a llamar y crear a su pueblo. La comunidad de personas en Cristo es Israel limpiado y constituido. Este verdadero Israel es la iglesia, la ekklesía 1577 de Dios.
Llenos del Espíritu Santo
Ya que el significado de lo que quiere decir ser “lleno del Espíritu Santo” o “la plenitud del Espíritu Santo” es un problema candente entre los cristianos interesados en la vida espiritual, vamos a examinarlo un poco más a fondo. Vale la pena mencionar que no hay que confundir la presencia del Espíritu Santo con las señales exteriores. La venida del Espíritu fue acompañada por un sonido semejante al de un movimiento violento de viento. Ni tampoco dice Lucas que lenguas de fuego aparecieron a los discípulos sino que les aparecieron lenguas como o similares al fuego. La creencia en la presencia del Espíritu se basaba sobre una experiencia. No era una mera doctrina que los discípulos buscaban perpetuar; más bien era una experiencia personal que no podían dejar de proclamar. Describimos el mismo fenómeno cuando hablamos de ser bautizados en o con el Espíritu Santo, la venida del Espíritu Santo en o sobre alguien, la vida cristiana victoriosa, el señorío de Cristo y el ser crucificado con Cristo y resucitado con él. Vista en su relación con el Espíritu Santo, es la plenitud del Espíritu. Un autor opina que el ser lleno del Espíritu es o debe ser “la vida cristiana normal”.
En el día de Pentecostés todos los discípulos que estaban presentes fueron llenos del Espíritu Santo (v. 4). Antes y después de Pentecostés, el pueblo de Dios fue lleno del Espíritu Santo. Esta plenitud sí era pentecostal, pero también pre pentecostal y post pentecostal. Juan el Bautista fue lleno con el Espíritu Santo y predicó. Zacarías fue lleno del Espíritu Santo y profetizó... (Luc. 1:67). Lucas nos presenta el contenido de su profecía. Era proclamación inspirada, predicación inteligible. Zacarías no estuvo presente el día de Pentecostés. Era un sacerdote judío que oficiaba en el templo judío. Fue lleno con el Espíritu Santo antes de Pentecostés, antes del nacimiento de Jesús y antes del nacimiento de Juan el Bautista. Fue lleno del Espíritu Santo y así fue habilitado para adorar a Dios, vivir en santidad y rectitud y predicar las buenas nuevas de redención. del Espíritu Santo (Hech. 6:5). Más tarde notamos que él predicó, no en expresiones ininteligibles de lenguas extrañas, sino en palabras simples y comprensibles. Bernabé es otro hombre de quien leemos que era lleno del Espíritu Santo (Hech. 11:24). Esto es un fruto de un hombre lleno del Espíritu. Ser lleno del Espíritu Santo no significa que Bernabé era sin pecado o que era un hombre perfecto. Ser lleno del Espíritu Santo no hizo a Bernabé un hombre perfecto y sin pecado. Ni, que sepamos, habló en lenguas; pero sí el Espíritu Santo lo hizo un hombre bueno en hecho y en palabra.
Ser lleno del Espíritu Santo no es un privilegio restringido o exclusivo de unos cuantos favorecidos. El ser llenos del Espíritu Santo no produjo una vida sin pecado. El ser llenos del Espíritu Santo no produjo necesariamente lenguas ininteligibles y un orgullo personal sobre una excelencia o superioridad espiritual asumida.
¿Cuáles, pues, son las señales verdaderas de la plenitud del Espíritu Santo? Un estudio del libro de Los Hechos sugiere, por lo menos, algunas de las siguientes indicaciones de que uno está lleno del Espíritu: manifestar el carácter de Cristo, llevar una vida de testimonio, estar bajo la dirección del Señor, ejercer eficientemente los dones del Espíritu, espontaneidad en la vida y una conciencia de la presencia de lo divino.
Hablar en lenguas
El hablar en lenguas es un asunto mencionado en el NT solamente en el libro de Los Hechos y 1 Corintios. Leemos distintas lenguas y lenguas en Hechos 2:4; 10:46 y 19:6. Los caps. 12–14 de 1 Corintios tratan principalmente con una forma de lenguas en Corinto que no es semejante al fenómeno en Pentecostés (Hech. 2). No hay un término griego en el NT para lenguas desconocidas.
Lucas nos informa de un acontecimiento asombroso en Jerusalén durante la fiesta de Pentecostés después de la muerte y resurrección de Jesús. Lo cierto es que los discípulos tuvieron la experiencia de que el poder del Espíritu Santo inundaba sus vidas como nunca antes. En Jerusalén estaban reunidos peregrinos judíos, habiendo llegado de muchos países con sus diferentes fondos lingüísticos. Lucas indica que era el don del Espíritu Santo y no la competencia lingüística de la gente la que hizo posible la comprensión en esta ocasión.
Lucas intenta presentar un milagro. Era el Espíritu Santo quien, al comenzar ellos a hablar en distintas lenguas... El énfasis real de Lucas en Hechos 2 es sobre el don del Espíritu Santo, y sólo secundariamente sobre las lenguas. Los fenómenos del ruido como de viento violento, las lenguas como de fuego y el hablar en lenguas, pretenden lo mismo: llamar la atención de los reunidos a que algo extraordinario está sucediendo. Las lenguas, en el patrón y sentido de Pentecostés, cesaron; el Espíritu permanece.
Solamente dos veces fuera del cap. 2 se mencionan las lenguas en el libro de Los Hechos: en Cesárea (10:46) y en Efeso (19:6). En cada caso el enfoque principal es sobre el Espíritu Santo: el don de lenguas representa sólo una manifestación de la presencia del Espíritu. Puede ser importante que cada una de las tres citas del don de lenguas cae en una ligazón importante en el progreso del evangelio: (1) De los judíos de Jerusalén en Pentecostés (cap. 2) a (2) la casa de Cornelio en Cesarea (cap. 10) y (3) a los seguidores de Juan el Bautista (cap. 19) quienes debieran haber seguido a Jesucristo. No hay certidumbre tocante a la naturaleza precisa de las lenguas en Cesarea y Efeso, si fueron semejantes a las lenguas comprensibles en Pentecostés o fueron como las lenguas ininteligibles en Corinto. Lucas dice que los de Cesarea les oían hablar en lenguas y glorificar a Dios (10:46), y los de Efeso hablaban en lenguas y profetizaban (19:6). Por lo menos glorificar a Dios parece implicar hablar en forma inteligible; y en 1 Corintios profecía se distingue de lenguas; esto siendo ininteligible y aquello inteligible. Lo que sí es claro es la distinción aguda entre las lenguas en Pentecostés y en Corinto.
Aparte de Hechos, el fenómeno de las lenguas se conoce en el NT sólo en 1 Corintios 12–14. Si las lenguas representan el don supremo del Espíritu, como opinan algunos carismáticos, parece extraño que Jesús mismo, el portador del Espíritu, no utilizaba este don. El se conmovió en espíritu y se turbó (Juan 11:33), pero esto no es lenguas. Pablo hablaba mucho del Espíritu Santo y poco de las lenguas. En Romanos, por ejemplo, se encuentra mucha atención en cuanto al Espíritu Santo (Rom. 5:5; 7:6; 8:2, 6–14, 26, 27; 14:17), pero Pablo nunca menciona las lenguas. Gálatas nos presenta instrucciones para aquellos que son espirituales (Gál. 6:1) y describe el fruto del Espíritu (Gál. 5:22), pero no dice nada de las lenguas.
En 1 Corintios 12–14 el hablar en lenguas se trata como un problema y no como una señal de excelencia. Pablo no escribió para animar a la iglesia a que pusiera más énfasis en las lenguas, sino para alcanzar el control del problema (1 Cor. 14:27). Pablo no anima el hablar en lenguas, sino que avisa contra varios peligros relacionados con las lenguas y establece varios controles para que la práctica no pudiera exagerarse demasiado. Se abstuvo de abolir la experiencia de hablar en lenguas, pero la clasificó como el menor de los dones del Espíritu y predijo: ... cesarán las lenguas (1 Cor. 13:8).
Pablo contempló las lenguas como una amenaza triple para el movimiento cristiano: (1) A la fraternidad de la iglesia; (2) a las personas que hablaban en lenguas; (3) a la influencia de la iglesia en el mundo. Había orgullo espiritual, celos y rivalidad sobre los dones espirituales. El cap. 14 indica que mucho del problema se debió al hablar en lenguas.
El cap. 13 de 1 Corintios, el gran capítulo del amor, fue compuesto precisamente para confrontar el problema de las lenguas. 12:31); y sin amor, hablar en lenguas de hombres y de ángeles es nada más que un sonido vacío (1 Cor. 13:1). El amor es el camino excelente y supremo de Dios. Al contrario, cesarán las lenguas (1 Cor. 13:8). El amor de Dios es la carretera sin fin; las lenguas son un callejón sin salida. A lo mejor, uno que hable en lenguas habla a Dios pero no a los hombres, porque nadie le entiende (1 Cor. 14:2). Se compara las lenguas con la profecía, que es el hablar inspirado que edifica, exhorta y consuela (14:3). Las lenguas son concentradas en sí mismas, el que habla está interesado en su propio bien; al contrario, la profecía se usa para la edificación de la iglesia (14:4). Para ellos el hablar en lenguas es locura (1 Cor. 14:23). Entonces podemos concluir que Pablo nos da tres razones para la superioridad de la profecía (quiere decir predicación inspirada) sobre el hablar en lenguas: (1) La predicación es superior porque edifica a la iglesia; (2) la predicación es superior porque puede ser entendida por todo el mundo; (3) la predicación es superior porque puede ser usada por el Espíritu Santo para ganar a la gente perdida para Jesucristo.
PENTECOSTÉS: EL DESCENDIMIENTO DEL ESPÍRITU SANTO

En el Antiguo Testamento, Pentecostés era la fiesta que acontecía a los cincuenta días después de la Pascua de los judíos. Mientras que la pascua celebraba el éxodo de los israelitas de la esclavitud de Egipto, Pentecostés celebraba el don de Dios de los Diez Mandamientos a Moisés en el Monte de Sinaí.

En la Nueva Alianza, el acontecimiento de la Pascua cobra su nuevo significado como la celebración de la victoria de Cristo  cumplida con su  muerte y resurrección, victoria que cumple el “éxodo” de los seres humanos desde este mundo de pecado, al Reino de Dios. Así también en el Nuevo Testamento, la fiesta de Pentecostés es cumplida y renovada por un nuevo don, el descendimiento del Espíritu Santo sobre los discípulos y sobre la Iglesia.

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas  repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo. (Hechos 2,1-4)

El Espíritu Santo que Cristo había prometido a sus discípulos llegó en el día de Pentecostés. (Juan 14,26; 15,26; Lucas 24,49; Hechos 1,5) Los apóstoles recibieron el “poder de lo alto”, y comenzaron a predicar y atestiguar a Jesús como el Cristo Resucitado, el Rey y el Señor. Tradicionalmente se refiere a este momento como el “cumpleaños” de la Iglesia.

En los oficios litúrgicos de la fiesta de Pentecostés, se celebra la venida del Espíritu Santo junto a la revelación plena de la Santísima Trinidad:  Padre, Hijo y Espíritu Santo. Se manifiesta la plenitud de la  divinidad con la venida del Espíritu Santo a la humanidad, y los himnos de la Iglesia celebran esta manifestación como al acto final de la auto-revelación de Dios al mundo, y el don último que Dios hace al mundo. Por esto, el Domingo de Pentecostés, de acuerdo a la tradición Cristiana Ortodoxa, también se conoce como el Domingo de la Trinidad. En este día el icono de la Santísima Trinidad – particularmente el de las tres figuras angélicas que aparecieron a Abraham,[1] el ancestro de la fe cristiana, -- es colocado en medio del templo. Se utiliza este icono junto al tradicional icono de Pentecostés que demuestra las lenguas de fuego sobre las cabezas de María y los Doce Apóstoles, el prototipo original de la Iglesia, ellos mismos sentados en unidad alrededor de la imagen simbólica del “cosmos”, el mundo.

En el día de Pentecostés tenemos el cumplimiento final de la misión de Jesucristo, y la inauguración de la era mesiánica del Reino de Dios, místicamente presente en este mundo en la Iglesia. Por lo tanto, el día cincuenta es el inicio de la época que está más allá de las limitaciones de este mundo, siendo cincuenta el número que representa el cumplimiento eterno y celestial en la espiritualidad mística, tanta judía como cristiana: siete veces siete, más uno.

Así, se le llama a Pentecostés el día apocalíptica, que significa el día de la revelación final. También se le llama el día escatológico, que significa el día del final último y perfecto (en griego, la palabra eschaton quiere decir “el final”.) Pues cuando llega el Mesías y el día del Señor está pronto, se inauguran los “últimos días” en que “Dios declara … Derramaré mi espíritu  sobre toda carne.” Esta es la antigua profecía a la cual se refiere el Apóstol Pedro en el más antiguo Sermón de la Iglesia Cristiana que fue predicado en el primer Domingo de Pentecostés. (Hechos 2,17; Joel 2,28-32)

Nuevamente debemos insistir que la celebración de Pentecostés nos es un mero recordatorio de un acontecimiento que sucedió hace muchísimo tiempo. Es la celebración de lo que debe suceder y  lo que, de hecho, sucede a cada uno de nosotros hoy en la Iglesia. Todos nos hemos muerto y resucitado junto al Mesías-Rey, y todos hemos recibido el Santísimo Espíritu. Devenimos “templos del Espíritu Santo.” El Espíritu de Dios habita en nosotros. (Romanos 8; I Corintios 2 al 3, 12; II Corintios Gálatas 5; Efesios 2 al 3) Nosotros, ya que pertenecemos a la Iglesia, hemos recibido “el sello del don del Espíritu Santo” en el sacramento de la Crismación. Pentecostés ya ha acontecido en cada uno de nosotros.

La Divina Liturgia de Pentecostés recuerda nuestro bautismo en Cristo con el versículo de la carta a los Gálatas nuevamente reemplazando el Trisagion.[2] Las lecturas de la Epístola y del Evangelio hablan de la venida del Espíritu  Santo al ser humano. El kontakion canta de cómo la confusión de Babel fue revertida al reunir Dios a todas las naciones en la unidad de Su Espíritu. El tropario proclama la reunión del universo entero en la red de Dios, mediante la inspirada obra de los pescadores convertidos en apóstoles. Por primera vez desde la Pascua de Resurrección, se vuelve a cantar los himnos “Oh Rey Celestial”[3] y “Hemos Visto la Luz Verdadera”[4], llamando al Espíritu Santo a que venga a habitar en nosotros, y proclamando que “hemos recibido al Espíritu Celestial.” El templo está adornado con flores y ramas y hojas verdes, para demostrar que el Aliento o Soplo divino viene como el “Espíritu Vivificador” para renovar toda la creación. En Hebreo, la palabra que quiere decir Espíritu, aliento y viento es una sola, rúaj.

Bendito eres Tú, oh Cristo Nuestro Dios, que mostraste llenos de sabiduría a los pescadores, derramando sobre ellos el Espíritu Santo. Y por medio de ellos conquistaste el universo. Oh Amante de la Humanidad, Gloria a Ti. (Tropario)

Cuando el Altísimo descendió y confundió las lenguas, Él dividió las naciones. Mas cuando distribuyó las lenguas de fuego, llamó a todos a la unidad. Por lo tanto, unánimes, glorificamos el Santísimo Espíritu. (Kontakion)

El oficio de Vísperas Mayores de Pentecostés es caracterizado por tres largas oraciones durante las cuales los fieles se arrodillan por primera vez desde la Resurrección.[5] En la Iglesia Ortodoxa, el día Lunes después de Pentecostés se conoce como la fiesta del Espíritu Santo, y el domingo después de Pentecostés es la fiesta de Todos los Santos. Esta es la secuencia lógica ya que la venida del Espíritu Santo logra su acabamiento en la santificación de la humanidad, fin último de la creación y salvación del mundo. “Así dice el Señor: Vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque Yo, Tu Dios, soy santo.” (Levítico 11,45-46; I Pedro 1,15-16)

[1] Este icono se conoce por el nombre “La Hospitalidad de Abraham”
[2] “Vosotros que en Cristo os bautizasteis de Cristo os revestisteis. Aleluya.” Este himno también se canta en lugar del Trisagion en el Sábado de Lázaro y en la Pascua de Resurrección, como se ha notado anteriormente. Ver arriba.
[3] El texto de esta oración es, “Oh Rey Celestial, Paráclito, Espíritu de Verdad, que estás en todas partes y todo lo llenas, ven y mora en nosotros, purifícanos de toda mancha, y salva nuestras almas, oh Bondadoso.”
[4] Este himno es el que se canta después de la comunión, y dice: “Hemos visto la luz verdadera, hemos recibido el Espíritu Celestial. Hemos hallado la verdadera fe. Adoremos la Trinidad Indivisible, pues ésta nos ha salvado.”
[5] De acuerdo a la tradición local en algunas iglesias, los fieles no se arrodillan en ningún oficio u otro momento de oración a partir de la Pascua de Resurrección hasta Pentecostés, simbolizando su alegría, además del hecho de que todos hemos sido levantados de la muerte a la vida.
La venida del Espíritu Santo en Pentecostés
 La afirmación fundamental del pasaje está en las palabras del v. 4: Todos fueron llenos del Espíritu Santo. Todo lo demás, de que se habla antes o después, no son sino manifestaciones exteriores para hacer visible esa gran verdad. A eso tiende el ruido como de un viento violento que se oye en toda la casa (v. 2). Era como un primer toque de atención. A ese fenómeno acústico sigue otro fenómeno de naturaleza física: unas llamitas en forma de lenguas como de fuego que se reparten y van posándose sobre los reunidos (v. 3). Los dos fenómenos pretenden lo mismo: llamar la atención de los reunidos de que algo extraordinario está sucediendo. Y notamos que tanto el viento como el fuego eran los elementos que solían acompañar las manifestaciones de Dios en el AT (Exo. 3:2; 24:17; 2 Sam. 5:24; Eze. 1:13) y por eso es que los discípulos pensaron que se hallaban ante una epifanía, la prometida por Jesús pocos días antes, al anunciarles que serían bautizados en el Espíritu Santo.
Esta venida del Espíritu Santo sobre la comunidad cristiana en el día de Pentecostés es comparable con la venida del Espíritu Santo sobre Jesús en su bautismo (Luc. 3:22). La guía divina en términos del Espíritu Santo es un énfasis que ocurre una y otra vez en Los Hechos (2:4, 17, 33, 38; 4:8, 31; 5:3; 6:3, 5; 7:55 s.; 8:17, 29; 10:19; 11:12, 15 s.; 13:2, 4; 15:8, 28; 16:6; 19:2, 6; 20:23; 21:11; 28:25).
Esta presencia divina no se presenta siempre como la intervención del Espíritu Santo. Por ejemplo, en la historia de Felipe y el eunuco hay un intercambio entre Un ángel del Señor (8:26) que envió a Felipe por el camino de Jerusalén a Gaza y el Espíritu que dijo a Felipe: “Acércate y júntate a ese carro” (8:29). Aparentemente fue el mismo Espíritu (el Espíritu del Señor) que arrebató a Felipe después del bautismo del eunuco (8:39). En la conversión de Pablo fue Jesús quien habló directamente a Pablo (9:4, 5), y el Señor Jesús quien habló a Ananías (9:10, 15, 17); se menciona sólo indirectamente al Espíritu Santo (9:17).
La importancia mayor del Espíritu Santo (especialmente en la primera mitad de Los Hechos) es comparable con el mismo énfasis en el Evangelio de Lucas. En el Evangelio se muestra que Juan el Bautista había de ser lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre (Luc. 1:15). El Espíritu Santo había de venir sobre María y el poder del Altísimo la cubriría con su sombra (Luc. 1:35). Elisabet y Zacarías fueron llenos del Espíritu Santo (Luc. 1:41, 67). El Espíritu estaba sobre Simeón, quien vio en Jesús la salvación de Dios para todos los pueblos (Luc. 2:51 s.). El Espíritu Santo vino con gran poder sobre los discípulos quienes lo estaban esperando el día de Pentecostés, pero esto no se debe entender como la primera venida del Espíritu Santo. Ni tampoco fue la primera vez que los discípulos (como personas individuales) fueron llenos del Espíritu Santo. El AT da testimonio a la actividad del Espíritu en toda la historia del hombre; y en el NT la actividad del Espíritu se presenta como estando relacionada con los eventos del AT en la vida y el ministerio de Jesucristo (como se ve en los Evangelios). Dios nunca ha dejado al mundo que él creó sin su presencia santa (el Espíritu Santo).
La gran liberación del poder en el día de Pentecostés en ninguna manera debe ser minimizada, pero es evidente que ello no sobresalió tan distintivamente durante el primer siglo como para algunos grupos cristianos de hoy día. Este día no se menciona en ningún escrito de los existentes del primer siglo fuera del cap. 2 de Los Hechos. Era el día de la resurrección y no el de Pentecostés el que sobresalía. Sin la resurrección de Jesús no hubiera habido un Pentecostés cristiano. Y además se encuentran en Los Hechos otros acontecimientos comparables a aquello del Pentecostés. Cuando el evangelio alcanzó a Cornelio (cap. 10) y algunos seguidores de Juan el Bautista (cap. 19), también había efusiones semejantes a aquella en Jerusalén. Estas etapas mayores del progreso en la expansión del evangelio entre grupos nuevos fueron autentificadas por el Espíritu Santo con manifestaciones vigorosas.
Resumen de los pensamientos sobre la importancia de Pentecostés
Básicamente el AT es la historia del llamamiento y la creación de Israel. Hablando precisamente, Dios no llamó a Israel; llamó a personas para que conformaran Israel. Una nación no tiene oídos y no puede ser llamada. Dios habla a individuos; sus llamados son de persona a persona y no de central a central. Llama a individuos para que lleguen a ser personas relacionadas con otras personas en la comunidad.
Cuando Adán perdió el rumbo de su verdadero destino, dándose a la falacia de la autosuficiencia, Dios se dio a la creación de un pueblo verdadero para sí. El llamado de Abraham, Isaac y Jacob tenía en vista la creación de un pueblo que fuera su posesión. Cuando el Israel nacional se mostró como carnal, al buscar como Adán el ser suficiente en sí mismo, Dios se volvió a la creación de un remanente. El mismo remanente se mostró como carente de fijeza y finalmente llegó a la concreción de una persona, el verdadero Hijo del Hombre, el verdadero siervo de Dios, Cristo Jesús. Pero, paradójicamente, él vino como una persona individual y como un cuerpo. En él fue creado un nuevo hombre (Ef. 2:15); el verdadero Israel de Dios (Gál. 6:16; Rom. 9:6), la simiente de Abraham (Gál. 3:29); una raza elegida, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios (1 Ped. 2:9).
El propósito de Dios al crear en Israel a su pueblo, expuesto a lo largo del AT, es una historia continuada en el NT. En Cristo, Dios ha venido a llamar y crear a su pueblo. La comunidad de personas en Cristo es Israel limpiado y constituido. La iglesia en el NT es una nueva creación, pero en cierto sentido es el Israel reconstituido. Abraham, Isaac y Jacob se sentarán junto con Pedro, Santiago y Juan, así como las gentes del oriente y del occidente (Mat. 8:11). Este verdadero Israel es la iglesia, la ekklesía 1577 de Dios.
Hablar en lenguas
El hablar en lenguas es un asunto mencionado en el NT solamente en el libro de Los Hechos y 1 Corintios. En cuanto a Marcos 16:17, no se encuentra en los manuscritos más viejos y dignos de confianza y se cree que fue añadido más tarde durante la transmisión del texto. Leemos distintas lenguas y lenguas en Hechos 2:4; 10:46 y 19:6. Los caps. 12–14 de 1 Corintios tratan principalmente con una forma de lenguas en Corinto que no es semejante al fenómeno en Pentecostés (Hech. 2). No hay un término griego en el NT para lenguas desconocidas.
Lucas nos informa de un acontecimiento asombroso en Jerusalén durante la fiesta de Pentecostés después de la muerte y resurrección de Jesús. No sabemos realmente qué sucedió en Pentecostés. Lo cierto es que los discípulos tuvieron la experiencia de que el poder del Espíritu Santo inundaba sus vidas como nunca antes. Debemos recordar que Lucas no fue testigo ocular de esta parte de Hechos y que probablemente estaba transmitiendo una historia que había escuchado en su investigación (Luc. 1:1–4). Si fuera que Lucas empleara fuentes extrabíblicas o no, el cap. 2 pertenece a Los Hechos como nos ha llegado y es apropiado procurar comprenderlo como está en el texto. En Hechos 2 el don de lenguas se ve como un milagro de cierta clase, fuera del hablar, o del oír o de ambos. En Jerusalén estaban reunidos peregrinos judíos, habiendo llegado de muchos países con sus diferentes fondos lingüísticos. Lo que los asombró era que cada uno podía entender en el lenguaje o dialecto de su nacimiento (v. 8). Lucas da énfasis al hecho del entendimiento sin explicar cómo fue posible. Explicarlo sobre bases de acuerdo con la historia natural, por ejemplo, que se hablaban varios lenguajes conocidos (como si no fuera un milagro), no parece ser el propósito de Lucas. La sorpresa de la gente no ocurrió porque encontró en uso varios lenguajes, en vista que era una experiencia común en aquel entonces como hoy en día en el Medio Oriente. Lucas indica que era el don del Espíritu Santo y no la competencia lingüística de la gente la que hizo posible la comprensión en esta ocasión.
Lucas intenta presentar un milagro. Era el Espíritu Santo quien, al comenzar ellos a hablar en distintas lenguas... les daba que hablasen (v. 4). Pedro rechazó la acusación infundada de embriaguez e identificó la experiencia como el cumplimiento de la promesa que se encuentra en el profeta Joel, quien predijo la efusión del Espíritu en los últimos días, llevada a cabo por profecía, que quiere decir predicación inspirada (2:15 ss.). Pedro interpretó esto en términos de la predicación inspirada y evangelística que fue diseñada para que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo (vv. 17–21). Esto no implica lo que algunos carismáticos han concluido: un éxtasis en masa de parte de los discípulos que incluye erupciones de hablar en lenguas.
El énfasis real de Lucas en Hechos 2 es sobre el don del Espíritu Santo, y sólo secundariamente sobre las lenguas. Los fenómenos del ruido como de viento violento, las lenguas como de fuego y el hablar en lenguas, pretenden lo mismo: llamar la atención de los reunidos a que algo extraordinario está sucediendo. Su finalidad era servir de consuelo a los fieles al verse así favorecidos con la presencia del Espíritu Santo, y al mismo tiempo llamar la atención y provocar el asombro de los infieles, disponiéndoles a la conversión (8:18, 19; 1 Cor. 14:22). Lo que sí emerge con fuerza es que el énfasis de Lucas es sobre el Espíritu Santo, y no primariamente en el medio que fue dado en ese momento. Las lenguas, en el patrón y sentido de Pentecostés, cesaron; el Espíritu permanece.
Solamente dos veces fuera del cap. 2 se mencionan las lenguas en el libro de Los Hechos: en Cesarea (10:46) y en Efeso (19:6). En cada caso el enfoque principal es sobre el Espíritu Santo: el don de lenguas representa sólo una manifestación de la presencia del Espíritu. Puede ser importante que cada una de las tres citas del don de lenguas cae en una ligazón importante en el progreso del evangelio: (1) De los judíos de Jerusalén en Pentecostés (cap. 2) a (2) la casa de Cornelio en Cesarea (cap. 10) y (3) a los seguidores de Juan el Bautista (cap. 19) quienes debieran haber seguido a Jesucristo. No hay certidumbre tocante a la naturaleza precisa de las lenguas en Cesarea y Efeso, si fueron semejantes a las lenguas comprensibles en Pentecostés o fueron como las lenguas ininteligibles en Corinto. Aparentemente no hubo una barrera lingüística en Cesarea y Efeso como fue el caso en Jerusalén, y por eso no había necesidad de un milagro de comunicación como en Jerusalén. Esto favorece un paralelo con Corinto más bien que con Jerusalén, pero no es demostrable. Lucas dice que los de Cesarea les oían hablar en lenguas y glorificar a Dios (10:46), y los de Efeso hablaban en lenguas y profetizaban (19:6). Por lo menos glorificar a Dios parece implicar hablar en forma inteligible; y en 1 Corintios profecía se distingue de lenguas; esto siendo ininteligible y aquello inteligible. El fenómeno en Cesarea y Efeso podía corresponder al de Corinto y representar un punto medio entre las lenguas de Jerusalén y las de Corinto. Lo que sí es claro es la distinción aguda entre las lenguas en Pentecostés y en Corinto.
Aparte de Hechos, el fenómeno de las lenguas se conoce en el NT sólo en 1 Corintios 12–14. Si las lenguas representan el don supremo del Espíritu, como opinan algunos carismáticos, parece extraño que Jesús mismo, el portador del Espíritu, no utilizaba este don. Al contrario, Jesús despreciaba las vanas repeticiones y la palabrería como algo pagano y no apropiado para la oración del pueblo de Dios (Mat. 6:7). Algunas veces se guardaba silencio (Mat. 27:14; Mar. 15:4 s.; Luc. 23:9; Juan 19:9 s.), pero nunca se declaraba en sonidos extáticos e ininteligibles. El se conmovió en espíritu y se turbó (Juan 11:33), pero esto no es lenguas. Fue una expresión inarticulada de profunda emoción, una experiencia humana universal bajo presión. Cuando Jesús hablaba era en el lenguaje de la gente que estaba frente a él, directo, sencillo y profundo en significado como se nota en las bienaventuranzas y las parábolas.
Es notable que de todas las cartas de Pablo, solamente en 1 Corintios se encuentra algún rastro de las lenguas. Pablo hablaba mucho del Espíritu Santo y poco de las lenguas. En Romanos, por ejemplo, se encuentra mucha atención en cuanto al Espíritu Santo (Rom. 5:5; 7:6; 8:2, 6–14, 26, 27; 14:17), pero Pablo nunca menciona las lenguas. Gálatas nos presenta instrucciones para aquellos que son espirituales (Gál. 6:1) y describe el fruto del Espíritu (Gál. 5:22), pero no dice nada de las lenguas.
En 1 Corintios 12–14 el hablar en lenguas se trata como un problema y no como una señal de excelencia. Pablo no escribió para animar a la iglesia a que pusiera más énfasis en las lenguas, sino para alcanzar el control del problema (1 Cor. 14:27). Pablo no anima el hablar en lenguas, sino que avisa contra varios peligros relacionados con las lenguas y establece varios controles para que la práctica no pudiera exagerarse demasiado. Se abstuvo de abolir la experiencia de hablar en lenguas, pero la clasificó como el menor de los dones del Espíritu y predijo: ... cesarán las lenguas (1 Cor. 13:8).
Pablo contempló las lenguas como una amenaza triple para el movimiento cristiano: (1) A la fraternidad de la iglesia; (2) a las personas que hablaban en lenguas; (3) a la influencia de la iglesia en el mundo. En 1 Corintios 12 se describe a la iglesia como el cuerpo de Cristo, haciendo hincapié en la diversidad de dones espirituales y en la provisión del Espíritu para ambos, la unidad y la variedad en la iglesia. Sin embargo, una lectura rápida de 1 Corintios expone la amplitud del problema en Corinto. Había orgullo espiritual, celos y rivalidad sobre los dones espirituales. El cap. 14 indica que mucho del problema se debió al hablar en lenguas.
El cap. 13 de 1 Corintios, el gran capítulo del amor, fue compuesto precisamente para confrontar el problema de las lenguas. El amor es el camino más excelente (1 Cor. 12:31); y sin amor, hablar en lenguas de hombres y de ángeles es nada más que un sonido vacío (1 Cor. 13:1). El amor es el camino excelente y supremo de Dios. Al contrario, cesarán las lenguas (1 Cor. 13:8). El amor de Dios es la carretera sin fin; las lenguas son un callejón sin salida. Algunos dones, como el de conocimiento, cederán a algo más maduro, como el habla de un niño cede al habla de un hombre, o como la reflexión en un espejo cede a un encuentro cara a cara; pero no hay tal promesa en cuanto a las lenguas. Simplemente cesan.
El cap. 14 aclara las limitaciones para lo bueno del hablar en lenguas y también su potencial hacia el abuso y el daño. A lo mejor, uno que hable en lenguas habla a Dios pero no a los hombres, porque nadie le entiende (1 Cor. 14:2). Se compara las lenguas con la profecía, que es el hablar inspirado que edifica, exhorta y consuela (14:3). Las lenguas son concentradas en sí mismas, el que habla está interesado en su propio bien; al contrario, la profecía se usa para la edificación de la iglesia (14:4). El énfasis principal de Pablo en 14:1–19 y en cualquiera otra parte es que el cristiano debe buscar el don de profecía antes que el don de lenguas. El sonido extático e ininteligible con su egoísmo es un pobre substituto para la preocupación de amor en hablar en palabras que fortalezcan y unifiquen a la iglesia.
Otro peligro que encontramos en el uso de las lenguas es el testimonio de la iglesia para los que están fuera de ella. Para ellos el hablar en lenguas es locura (1 Cor. 14:23). Son sin sentido para los visitantes no acostumbrados a tal actividad (14:16), y alejan a los forasteros. A lo mejor, las lenguas representan un misterio para ellos (14:22); o lo peor, se persuaden a sí mismos que la iglesia crea locura (14:23).
Entonces podemos concluir que Pablo nos da tres razones para la superioridad de la profecía (quiere decir predicación inspirada) sobre el hablar en lenguas: (1) La predicación es superior porque edifica a la iglesia; (2) la predicación es superior porque puede ser entendida por todo el mundo; (3) la predicación es superior porque puede ser usada por el Espíritu Santo para ganar a la gente perdida para Jesucristo.

ESPÍRITU SANTO, CONSOLADOR

Información de carácter general

En la teología cristiana el Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad, distinta pero consubstancial con Dios Padre y Dios Hijo. A veces se describe al Espíritu Santo como la presencia creativa, sanadora, renovadora de Dios. Los teólogos señalan un desarrollo gradual de la doctrina en las Escrituras: en el Antiguo Testamento, el Espíritu estaba activo en la creación del mundo (Gen. 1) y en la profecía (Isa. 61:1); en el Nuevo Testamento, el Espíritu estaba presente en la vida y obra de Jesucristo (Marc. 1:12) y continúa presente como el Paráclito (abogado) en la comunidad cristiana (Juan 14:26). La iglesia primitiva vio la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles en Pentecostés como derramamiento de dones divinos de santidad, amor, profecía, sanación y dominio de lenguas. La doctrina del Espíritu Santo fue formulada en el Concilio de Constantinopla en el año 381.

Judaísmo Inter testamentario

Dentro de judaísmo inter testamentario, varios progresos significativos formaron el concepto de "Espíritu Santo" tal como se le entiende en el NT. Después de que los profetas del AT hubieran proclamado la venida del Espíritu en la era mesiánica de la salvación, el judaísmo había desarrollado la idea de que el espíritu de profecía se había acabado dentro de Israel con el último de los profetas bíblicos (Siríac. 85:3; 1 Mac. 4:46; 14:41; etc.; cf. Salmos 74:9). En consecuencia, de vez en cuando surgió una esperanza de amanecer de la nueva era, especialmente en el movimiento apocalíptico, que generalmente se enfocó a un supuesto Mesías y/o algún despertar profético (cf. Hechos 5:34 y sgts.). Ilustra esto la comunidad de Qumran, que se auto consideraba involucrada en el cumplimiento de la esperanza mesiánica de Israel, como los "preparadores de los caminos del Señor" (Isa. 40:3; cf. 1QS 8. 14-16). La literatura de Qumran también muestra la creciente identificación del espíritu de profecía con el "Espíritu Santo de Dios" (1QS 8. 16; Dctos.Zadokitas II. 12). La expresión "el Espíritu Santo" aparece de vez en cuando en el judaísmo (IV Ezra 14:22; Ascensión de Isa. 5:14; etc.), pero, como en los textos rabínicos, generalmente significa "el espíritu de profecía de Dios". Así, la expectativa mesiánica del judaísmo, que incluía el derramamiento escatológico del espíritu de Dios (e.g., 1 Enoch 49:3, citando a Isa. 11:2; cf. Oráculo Sibilino III, 582, basado en Joel 2:28 y sgts.), resultó restringida por la convicción de que el espíritu se había terminado en Israel con el último de los profetas; al Espíritu Santo se le entendía como espíritu de profecía de Dios, que sería dado otra vez en los nuevos tiempos a un Israel purificado, conjuntamente con el advenimiento de un Mesías.
El concepto del Espíritu Santo fue ampliado a través de la literatura sapiencial, especialmente en la personificación de la sabiduría a medida que esa idea entró en contacto con la de Espíritu. Ya desde Prov. 8:22 y sgts. y Job 28:25 y sgts., a la sabiduría se la presenta como un aspecto, más o menos independiente, del poder de Dios (aquí como agente en la creación), y a la sabiduría se le adscriben funciones y características atribuidas al Espíritu Santo en el NT. La sabiduría procedía de la boca de Dios y cubría la Tierra como niebla en la creación (Sir. 24:3); es el soplo del poder de Dios (Sabid. 7:25); y por medio de su sabiduría Dios formó al hombre (Sabid. 9:2). El Señor volcó la sabiduría sobre todas sus obras, y ella mora con toda carne (Sir 1:9-10). Es más, la sabiduría está llena del espíritu, y de hecho se la identifica con el Espíritu (Sabid. 7:22; 9:1; cf. 1:5). Por consiguiente, los judíos de los tiempos del NT conocían el trasfondo de estos conceptos tal como se les expresa en éste, y que se basan en ese trasfondo pero van más allá de él hasta algunas conclusiones inesperadas. En efecto, Jesús enseñó que su mesianismo y el correspondiente derramamiento del Espíritu estaban firmemente arraigados en la concepción del AT (Lucas 4:18 y sgts., citando a Isa. 61:1-2), y, en forma similar al judaísmo intertestamental, entendió que el Espíritu mesiánico del Señor era el Espíritu Santo (Mat. 12:32), el espíritu que, a través de los profetas, previó que el Mesías por venir inauguraría los tiempos de la salvación con la infusión del Espíritu en toda carne. Jesús desarrolló la visión del Espíritu Santo como personalidad (e.g., Juan 15:26; 16:7 y sgts.), específicamente como Dios que obra en la iglesia.

El Nuevo Testamento

La enseñanza del NT sobre del Espíritu Santo se remonta al enfoque del Espíritu de Dios como manifestación del poder de Dios, y en la del espíritu del profecía. Jesús, y la iglesia después de él, juntó estas concepciones al predicarlas del Espíritu Santo, don escatológico de Dios al hombre. La frase "el poder del Altísimo cubrió con su sombra" a Maria, frase de construcción paralela a la de "el Espíritu Santo " (Lucas 1:35; cf. 9:35), se hace eco de la expresión del AT de que espíritu de Dios es la nube divina que "cubrió con su sombra" el tabernáculo de modo que la tienda quedó llena de la gloria del Señor (Exod. 40:35; Isa. 63:11 y sgts. identifica la presencia de Dios en esta instancia como "Espíritu Santo de Dios"). Lucas registra el poder de Jesús para expulsar a los demonios "por el dedo de Dios", expresión del AT para el poder de Dios (Lucas 11:20; Exod. 8:19; Salmos 8:3). A este poder se le identifica como "espíritu de Dios" (Mat. 12:28), es decir, el Espíritu Santo (Mat. 12:32). En el bautismo de Jesús el Espíritu vino sobre El, (Marc.1:10; "el Espíritu de Dios", Mat. 3:16; "el Espíritu Santo" Lucas 3:21), que recibió la confirmación de su divina filiación y misión mesiánica (Mat. 3:13 y sgts, par). Jesús salió del Jordán lleno del Espíritu Santo (Lucas 4:1), y después de la tentación comenzó su ministerio "con el poder del Espíritu" (Lucas 4:14). Tomando el mensaje de Juan Bautista, Jesús proclamó la venida del reino de Dios (Mat. 4:17; cf. 3:1), la que estaría marcada por la presencia del Espíritu Santo (Mat. 12:28 y sgts., par) como muestra de la era mesiánica de la salvación (Lucas 4:18 y sgts.; Hechos 10:38; etc.).
Desde el principio de su ministerio Jesús se identificó tanto con el rey mesiánico victorioso como con las sufrientes figuras del servidor de las profecías del AT (Isa. 42:1 y sgts; cf. Marc. 10:45), conceptos que el judaísmo había mantenido separados. Jesús definió además el papel de Mesías de Dios como proclamación del favor de Dios, salvación de Dios, en los nuevos tiempos, concepto llevado mucho más allá que el de "juicio a las naciones" que los judíos habían llegado a esperar. En la sinagoga en Nazaret (Lucas 4:16 y sgts.) cuando Jesús se identificó como el Mesías prometido en Isa. 61:1-2a, se detuvo justo antes de leer las "palabras del juicio" de Isa. 61:2b (aunque Isa. 61:2c, "consuelo de los afligidos" es parte de la enseñanza de Jesús en Mat. 5:4). Este énfasis se vuelve a hacer cuando Juan el Bautista pregunta si Jesús es efectivamente el que debía venir (Lucas 7:18-23). En realidad, aunque Juan Bautista proclamó que Jesús era el que "bautizaría en el Espíritu Santo y en fuego" como aspectos de los nuevos tiempos (salvación y juicio, respectivamente, Lucas 3:15 y sgts.; obsérvense las claras connotaciones de juicio del "bautismo con fuego " en 3:17), el énfasis de Jesús estaba en el aspecto positivo, salvífico, de los nuevos tiempos representados en el bautismo con el Espíritu Santo (Hechos 1:5; 11:16).
Jesús entendía al Espíritu Santo como una personalidad. Esto se evidencia especialmente en el evangelio de Juan, donde al Espíritu se le llama "Paráclito", es decir, Consolador (consejero, abogado). Jesús mismo fue el primer consejero (Paráclito, Juan 14:16), y él les enviará a los discípulos otro Consejero después de que El se haya ido, es decir, el Espíritu de la verdad, el Espíritu Santo (Juan 14:26; 15:26; 16:5). El Espíritu Santo morará en los creyentes (Juan 7:38; cf. 14:17), y dirigirá a los discípulos hacia toda verdad (16:13), enseñándoles "todas las cosas" y haciéndoles "rememorar todo lo que [Jesús les] dijo" (14:26). El Espíritu Santo dará testimonio de Jesús, así como también deberán darlo los discípulos (Juan 15:26-27).
En Hechos 2:14 y sgts., Pedro interpretó los fenómenos de Pentecostés como cumplimiento de la profecía de Joel acerca del derramamiento del espíritu sobre todos carne en los tiempos mesiánicos (Joel 2:28 y sgts.). Este derramamiento del Espíritu sobre toda la carne se logró para beneficio tanto de judíos como de gentiles (Hechos 10:45; 11:15 y sgts.), y cada convertido tenía acceso a este don de la edad de la salvación a través del arrepentimiento y el bautismo en el nombre de Jesucristo (Hechos 2:38). Esto, según Pedro, puso a los convertidos en contacto con la promesa de la profecía de Joel, el don del Espíritu Santo "porque para ustedes es la promesa..., para todos los llamados por el Señor nuestro Dios" (Hechos 2:39; Joel 2:32). Los apóstoles y otros llevaron a cabo sus ministerios "llenos del Espíritu Santo" (4:31; 6:5; 7:54; etc.), y el Espíritu Santo, identificado en Hechos 16:7 como el Espíritu de Jesús, dirigió la misión de la iglesia naciente (Hechos 9:31; 13:2; 15:28; 16:6-7). Los aspectos salvíficos de la nueva edad practicados por Jesús, especialmente la sanación y el exorcismo, fueron realizado por la iglesia primitiva con el poder del Espíritu Santo. En la joven iglesia hubo visiones y profecías (Hechos 9:10; 10:3; 10:y sgts.; 11:27-28; 13:1; 15:32) de acuerdo a la cita de Joel 2:28 y sgts.en Hechos 2. La experiencia de la iglesia primitiva confirmó que efectivamente la era mesiánica había llegado.
Pablo enseñó que el Espíritu Santo, otorgado en los nuevos tiempos, es el creador de nueva vida en el creyente, y es la fuerza por la cual Dios en Cristo "inserta" a los cristianos en el cuerpo de Cristo (Rom 5:5; II Cor. 5:17; Efes. 2:22; cf. I Cor. 6:19). Romanos 8 muestra que Pablo identificó el espíritu, el espíritu de Dios y el espíritu de Cristo, con el Espíritu Santo (cf. el Espíritu de Cristo como el espíritu del profecía en I Pedro 1:10 y sgts.), y que estos términos son generalmente sinónimos. Si alguien no tiene el espíritu de Cristo, no pertenece a El (Rom 8:9); pero los guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios (Rom 8:14). Todos nosotros tenemos acceso al Padre mediante un espíritu (Efes. 2:18), y hay un cuerpo y un espíritu (Efes. 4:4). Todos fuimos bautizados en un espíritu en un solo cuerpo, y a todos se nos dio de beber un mismo espíritu (I Cor.12:13). El creyente recibe el espíritu de adopción o filiación (Rom 8:15), de hecho, el espíritu del propio Hijo de Dios (Gál. 4:6), por el que clamamos "Abba, Padre", aquel íntimo llamado de relación filial con Dios iniciada por Jesús, el Hijo único de Dios (Marc. 14:36).
Los creyentes son incorporados a la morada de Dios en el Espíritu (Efes. 4:22). A cada uno se le proporciona la gracia según la medida del don de Cristo (Efes. 4:7; cf. Rom 12:3), y Cristo la ha dado para que sean profetas, apóstoles, evangelistas, pastores y profesores (Efes. 4:11) para edificación del cuerpo. Del mismo modo, el Espíritu otorga diversas clases de dones espirituales para diversos tipos de servicio (Cor. 12:4-5;7 de I), todas para el bien común. El camino del amor ha de seguirse en todas las cosas; en efecto, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, etc. (Gál. 5:22 y sgts.). Todo esto es porque Dios ha iniciado la nueva alianza (Jer. 31:31 y sgts.; Ezek. 36:14 y sgts.;26) en el corazón del hombres por medio de su Espíritu escatológico (II Cor. 3:6 y sgts.). En esta nueva era el Espíritu constituye la garantía de nuestra herencia (II el Cor. 1:22; 5:5; Efes. 1:14), un "primor", el sello de Dios (II Cor. 1:22; Efes. 1:13; 4:30). Estas frases indican la tensión entre el "ya" versus el "no todavía" de los nuevos tiempos: éstos ya han amanecido, el Espíritu escatológico ha sido derramado, y sin embargo toda la creación aguarda la consumación final. Aunque el espíritu testimonia con nuestro espíritu que somos hijos de Dios (Rom 8:16) y nosotros realmente tenemos estos primores o primicias del Espíritu (Rom 8:23), aguardamos la adopción como hijos (8:23) en la consumación final. Hasta entonces los cristianos tienen el Consolador, el Espíritu que intercede a favor de los santos según la voluntad del Padre (Rom 8:27).

Patrística y teología medieval

En el período patrístico encontramos poco que vaya más allá de la concepción bíblica del Espíritu Santo. Los padres apostólicos reflejan la idea del NT de que el Espíritu es operativo en la iglesia, inspirando la profecía y de otro modo obrando en los individuos (Bernabé 12:2; Ignacio, Fil. 7:1). A los profetas cristianos itinerantes se los trata como una realidad presente en la Didajé, pero con el tiempo tales carismas se consideraron teóricos. La visión de que el espíritu de profecía del AT es uno y mismo Espíritu Santo que inspiró los apóstoles se encuentra periódicamente (Justino, Diálogos 1-7; 51; 82; 87; etc.; Ireneo, Contra las Herejías II, 6,4; III, 21,3-4), y los apóstoles surgen como "portadores del Espíritu" (pneumatophoroi), designación dada a los profetas del AT (Hos. 9:7, LXX). Todavía en el siglo IV se atribuía al Espíritu Santo la autoridad de la iglesia, e incluso la inspiración de ciertas escrituras no canónicas.
Aunque el fórmula "trinitaria" de Mat. 28:19 se encuentra en los padres apostólicos, la palabra "Trinidad" fue aplicada por primera vez a Dios por Teófilo de Antioquía (A Autólico, 2:15). Tertuliano enseñó claramente la divinidad del Espíritu Santo, afirmación que durante mil años involucraría a la iglesia en discusiones. Tertuliano lidió con el problema de la tensión entre la autoridad del Espíritu en la iglesia versus la tradición apostólica y la Escritura como revelación recibida. Durante un tiempo este autor adhirió al montanismo, sistema que otorgaba la mayor importancia a la inspiración actual del Espíritu en el cuerpo; la iglesia, sin embargo, rechazó el montanismo en el favor de la autoridad objetiva de la tradición apostólica según lo reflejado en la Escritura, y el montanismo finalmente se extinguió. La postura de la iglesia contra la herejía montanista fue en gran parte responsable del fin de la profecía cristiana y otros carismas: el Canon Muratorio (líneas 75 y sgts.) sostiene que el número de profetas está fijado, e incluso la tradición apostólica de Hipólito, que sitúa el liderazgo carismático por sobre la estructura eclesiástica, restringe el término "profeta" enteramente a los profetas canónicos. A fines del siglo IV Juan Crisóstomo podía hablar de los dones espirituales como pertenecientes a una época pasada.
En el período inmediatamente anterior a Nicea la iglesia estaba preocupada de las famosas "controversias Cristológicas" y prestó escasa atención a una doctrina del Espíritu Santo. El Credo de Nicea confiesa fe en el Espíritu Santo, pero sin desarrollo alguno de la idea de su divinidad, o lazo esencial entre el Padre y el Hijo. Esto pasó a ser cuestión importante en la iglesia a fines del siglo IV y posteriormente, y el Concilio de Constantinopla hizo un agregado a las palabra del Credo Nicénico describiendo al Espíritu Santo como "Señor y dador de vida, procedente del Padre, para ser adorado y glorificado junto con el Padre y el Hijo". Surgió entonces una controversia acerca de la fuente del Espíritu, específicamente respecto de si no debiera confesársele también como "procedente del Hijo". Siguiendo las enseñanzas de Augustín, la expresión filioque ("y del Hijo") fué agregada a dicho Credo por la iglesia occidental en el Concilio de Toledo en 589; la iglesia de Oriente rechazó la doctrina del filioque, y el Credo constituyó un argumento confesional para el cisma entre Oriente y Occidente, que ya había ocurrido en la práctica.
Aunque de vez en cuando se discutieron otros aspectos del Espíritu, la procedencia de éste continuó ocupando a teólogos en Occidente. Anselmo de Canterbury trajo el debate a la era escolástica y, aunque la razón como prueba de la doctrina no fue recibida en forma pareja, el filioque seguía siendo la postura de la iglesia. Pedro Lombardo recurrió a la Escritura para argumentar en pro del filioque, y el Concilio de Letrán IV abrazó otra vez el Trinitarianismo y el filioque. Aunque Tomás de Aquino rechazó la razón como medio para conocer las distinciones de las personas divinas, afirmó que el Espíritu procede de la especial relación entre el Padre y el Hijo. Disquisiciones como éstas continuaron en el siglo XV, cuando el Concilio de Florencia trató nuevamente de unir las iglesias de Oriente y Occidente. La idea del filioque fue reafirmada y, aunque se hizo un cambio cosmético de la frase en un intento de satisfacer a la iglesia de Oriente, la Iglesia Ortodoxa Griega rechazó la sustancia del credo. La postura de la Iglesia Católica ha permanecido esencialmente inmutable, y la grieta entre Oriente y Occidente por esa materia persiste hasta el día de hoy.

La Reforma

Aunque para la teología medieval hubo otros aspectos de importancia en las obras del Espíritu, incluyendo la santificación y la iluminación, no fue hasta la Reforma que la labor del Espíritu en la iglesia fue verdaderamente redescubierta. Esto se debió al menos en parte al rechazo al dogma de Roma relativo a la tradición de la iglesia como garante de la interpretación correcta de la Escritura y de la formación de la verdadera doctrina. Esta reacción condujo al énfasis de la Reforma en la idea de sola Scriptura y la actividad del Espíritu en la salvación, con independencia de la "ininterrumpida sucesión desde Cristo" de la Iglesia Católica. Si bien Lutero repudió el "entusiasmo" (la subjetiva pretensión de guía directa del Espíritu, independientemente de la Escritura o de la estructura de la iglesia), acentuó el Espíritu sobre la estructura, y entendió que el Espíritu actúa mediante la palabra (el evangelio)), sobre todo en la predicación y en los sacramentos, y por lo tanto en la salvación.
El Espíritu trabaja en la salvación induciendo al alma a la confianza, por la fe, en Cristo. La fe misma es un don místico de Dios por la cual los creyentes mit Gott ein Kuche werden (se amasan en una sola torta con Dios). Sin la gracia y trabajo del Espiritu el hombre es incapaz de hacerse aceptable a Dios o de tener fe salvífica (cf. La servidumbre de la voluntad, 1525). Esto lo logra el Espíritu Santo con la palabra de Dios. La salvación es así un don concedido por la gracia de Dios, y Lutero implica que la palabra (el evangelio) predicada es sobre todo la palabra eficaz de Dios después de que el Espíritu actúa sobre el corazón del oyente. Para Lutero la palabra es el sacramento principal, porque la fe y el Espíritu Santo se transfieren con la predicación y la enseñanza del evangelio (Rom 10:17); el bautismo y la Cena del Señor son muestras del "sacramento de la palabra", en cuanto proclaman la palabra de Dios. Lutero favoreció la palabra predicada por sobre la escrita, pero no creyó que fueran mutuamente excluyentes. Para ser cristiana, la predicación de la iglesia tenía que ser fiel a la Escritura; pero para ser fiel a Escritura, la iglesia tenía que predicar.
La palabra, sobre todo el Logos encarnado, es el conducto de Dios para el Espíritu. El hombre lleva la palabra de la Escritura al oído, pero Dios infunde su Espíritu en el corazón; la palabra de la Escritura se convierte así en la Palabra de Dios (Lecturas de los salmos; Epístola a los Romanos). Nadie pueden entender cabalmente la palabra de la Escritura sin la labor del Espíritu: allí donde está la palabra, el Espíritu inevitablemente le sigue; el Espíritu no opera independientemente de la palabra. Lutero se opuso a la drástica distinción de los entusiastas entre palabra interna y externa; por otra parte, rechazó la idea católica romana de identificar al Espíritu con la operatoria de la iglesia, y de que los sacramentos son eficaces en y por sí mismos (ex opere operato). Así el Espíritu hace a Cristo presente en los sacramentos y en la Escritura; sólo cuando el Espíritu hace a Cristo presente en la palabra ésta es la Palabra viva de Dios. Si no, la Escritura es una carta, una ley, es meramente descriptiva, es sólo historia; predicada, la palabra es evangelio (como distinto de ley); el Espíritu la hace tal. El Espíritu no está limitado a la palabra; existe en gloria eterna de Dios, lejos de la Palabra y de nuestro mundo. Pero como Espíritu que revela, no viene sin la palabra.
Con pocas excepciones, Melanchthon siguió a Lutero; aunque permitió más amplitud que éste a la respuesta del hombre al evangelio, enfatizó el actuar primario del Espíritu en la salvación. Melanchthon mostró más flexibilidad que Lutero respecto a la presencia real en la Cena del Señor (cf. Concordato de Wittenberg), pero estaba básicamente de acuerdo con Lutero, según se vió en la Confesión de Augsburg y en su Apología. Zwingli se alejó de Lutero y de Melanchthon en lo relativo a la operación del Espíritu en los sacramentos, negando la necesidad del bautismo y afirmando la significación en gran parte conmemorativa de la Cena del Señor. Los Reformadores radicales también discrepaban de Lutero y Melanchthon, afirmando la prioridad de la revelación inmediata por sobre la Escritura. Tanto luteranos como católicos fueron condenados por los Schwarmer (fanáticos) por su dependencia de la letra de la Escritura en vez de someter la Biblia a pruebas de experiencia religiosa.
Calvino sostenía que el Espíritu trabaja en la regeneración para iluminar la mente para recibir los beneficios de Cristo, y los sella en el corazón. Por el Espíritu el corazón de un hombre se abre al poder penetrador de la palabra y de los sacramentos. Calvino fue más allá de Lutero al afirmar no sólo que la palabra predicada es el agente del Espíritu, sino que la Biblia es en su esencia la palabra de Dios (Catecismo Ginebrino). El Espíritu obra en la lectura de la Escritura así como en la predicación de la palabra, y la palabra, predicada o leída, es eficaz a través del trabajo del Espíritu Santo. El origen divino de la Escritura es certificado por el testimonio del Espíritu; la Escritura es la palabra de Dios dada mediante la guía del Espíritu a través del limitado decir humano. Así pues, el exégeta debe indagar sobre la intención de Dios al darnos la Escritura (e.g., en la aplicación moderna del AT; Institutos 2,8,8).
La prueba más elevada de la Escritura proviene de que Dios en persona habla en ella, es decir, en el testimonio secreto del Espíritu (Ins. 1.7.4). Sentimos el testimonio del Espíritu grabado como un sello en nuestros corazones, con el resultado de que sella el perdón y el sacrificio de Cristo. El Espíritu Santo es el lazo por el cual Cristo nos une a El (Inst. 3, 1,1). Aunque Calvino rechazó las pruebas racionales como base para autentificar la Escritura, las batallas interconfesionales causaron posteriormente la rigidización del pensamiento reformado, y se desarrolló una tradición de pruebas escolásticas para superar el subjetivismo de la teoría de la autentificación de Calvino (cf. Cánones de Dort).
En el siglo XVII surgió en Holanda una reacción al calvinismo estricto entre los seguidores de James Arminius. Este rechazó la predestinación terminante, permitiendo la libertad del hombre para resistir la oferta que Dios le hace de la gracia. La posición Arminiana fue denunciada por el Sínodo de Dort, pero tuvo gran influencia en Inglaterra. John Wesley creció en la Inglaterra de principios del siglo XVIII con este clima de Arminianismo, y a través de él se le dio al Metodismo su carácter típicamente arminiano. Según Wesley, Dios actúa en colaboración con, pero no atropellando, la libre respuesta humana en materia de fe salvadora. Dios no dispensa simplemente sobre el hombre la gracia justificadora, ni el hombre la adquiere simplemente creyendo. Más bien hay un proceso unificado de Dios que da y el hombre que recibe. El Espíritu Santo condena por pecado, pero también da testimonio de la justificación, y continúa después de eso trabajando en la santificación del hombre, de modo que el creyente siente en su corazón las poderosas acciones del Espíritu de Dios. Dios lo insufla continuamente en el alma del hombre, y el alma "respira a Dios", una asociación de respiración espiritual por la que se sostiene la vida de Dios en el alma. La santificación, la renovación del hombre a imagen de Dios, en justificación y santidad verdaderas, la efectúa el Espíritu mediante la fe; incluye ser salvado del pecado y perfeccionado en el amor. Las obras son necesarias para una continuación de la fe, y la "plena santificación", la perfección, es la meta de cada creyente.

El Período Moderno

Mientras que en el siglo XVII el puritanismo radical dio origen a los Cuáqueros con su énfasis en la experiencia subjetiva del Espíritu Santo (la Luz Interna de George Fox), tal que la Escritura es sólo una fuente secundaria de conocimiento para la fe y la práctica (Apología de Robert Barclay), el Metodismo del siglo XVIII fué un acercamiento más equilibrado a la acción del Espíritu. El foco del Metodismo posterior en el trabajo del Espíritu luego de la conversión, como experiencia de la gracia divina, ha sido desarrollado por el Movimiento de Santidad moderno, representado por las iglesias de la Asociación Cristiana de Santidad.
Otro desarrollo que se puede remontar al énfasis metodista en la santificación es el renacimiento del Pentecostalismo en el siglo XX. Surgiendo de énfasis anteriores en la "segunda experiencia", el Pentecostalismo ha otorgado gran importancia al "bautismo del Espíritu Santo", que se considera la culminación de un proceso en dos etapas de la salvación. Desde el inicio de este movimiento moderno a principios de siglo, el hablar en lenguas ha sido proclamado la principal señal del bautismo del Espíritu, si bien también da importancia a otros "dones del Espíritu", en especial el de sanación. Desde sus comienzos fundamentalistas / biblicistas, el movimiento pentecostalista se ha desarrollado hacia lo que libremente se llama movimiento carismático, que ahora toca todo el Protestantismo y ha incursionado en el catolicismo. Este movimiento generalmente proclama una clara experiencia del "bautismo del Espíritu" y, como norma, considera al hablar en lenguas como la manifestación de esa experiencia.
Uno de los progresos más significativos del siglo XX en la comprensión del Espíritu Santo fue el del pensamiento de Karl Barth. Barth fue un teólogo protestante responsable en gran parte de la introducción de la neo-ortodoxia, la llamada teología dialéctica o de la crisis. El y otros rompieron con el liberalismo clásico en las primeras décadas del siglo XX, negando la teología liberal de la piadosa autoconciencia religiosa, su antropocentrismo (Schleiermacher; Ritschl; Feuerbach). Barth acentuó la "infinita diferencia cualitativa" entre el hombre y Dios, y proféticamente proclamó el "nein" de Dios a toda tentativa humana de auto justificación. La carta de Barth a los Romanos tomaba esta nota de la "crisis" del hombre, el acuse de recibo de que lo que el hombre sabe de Dios, Dios mismo lo ha revelado. Barth desarrolló su idea de la auto revelación de Dios en los términos de la doctrina de la palabra de Dios (Dogmática de la Iglesia I/1 y I/2). Lo primero y más importante, Jesús es el Logos encarnado, la Palabra de Dios. La palabra de Dios se encuentra posteriormente en la predicación del evangelio, y "entre las palabras de la Escritura" (cf. doctrina del Espíritu y la Palabra, de Lutero). La palabra de Dios es Dios mismo en la Sagrada Escritura. La Escritura es santa y es la palabra de Dios porque por el Espíritu Santo se convirtió y se convertirá para la iglesia en testigo de la divina revelación. Este testimonio no es idéntico a la revelación; no es en sí mismo revelación, sino testimonio de ella. La fe en Jesús como el Cristo, específicamente en la resurrección de Jesús, se efectúa a través de la acción del Espíritu Santo. El subjetivo "en Espíritu" es la contraparte del objetivo "en Cristo". La gracia de Dios se manifiesta a la vez en Su revelación objetiva en Cristo, y en la subjetiva apropiación por el hombre, de esta revelación, a través del Espíritu. Según la Escritura, la revelación de Dios ocurre en nuestro esclarecimiento por el Espíritu Santo a un conocimiento de la palabra de Dios. El derramamiento del Espíritu es revelación de Dios. En esta realidad somos libres de hijos de Dios y conocerlo, amarlo y alabarlo en su revelación. En cuanto realidad subjetiva de la revelación de Dios, el Espíritu hace posible y real la existencia del cristianismo en el mundo. Porque, observa Barth, "allí donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad" (II Cor. 3:17); Dios en su libertad se descubre al hombre y así lo hace libre para él (Teología Evangélica, pp. 53 y sgts.).

Observaciones finales

Este bosquejo muestra algo de la diversidad del desarrollo del pensamiento cristiano acerca del Espíritu Santo. Es irónico que el don escatológico de Dios al hombre haya sido tan a menudo un punto de conflicto y división entre los cristianos. Dado que el camino que sigue parece no menos difícil que el que ya hemos recorrido, haríamos bien en tener humildemente presentes la soberanía de Dios y nuestra debilidad.
Puesto que Dios en Cristo ha iniciado la era mesiánica con su derramamiento del Espíritu, la relación del hombre con Dios ha sido cambiada para siempre. La ley ya no se puede usar como medio de exclusión o de opresión de los desheredados: Jesús ha predicado el evangelio mesiánico de libertad al cautivo, vista a los ciegos y buenas noticias a los pobres; la nueva ley de la vida ha sido escrito en los corazones de los hombres. Así, debemos detestar cualquier nuevo legalismo que utilice la Escritura para excluir y oprimir, es decir, para trasformar las buenas noticias de Cristo en "letra que mata." Debemos, en cambio, reconocer el carácter "insuflado por Dios" de la Escritura, y el "Espíritu que vivifica". Sólo de ese modo será provechosa la Escritura. Al revés, no se puede proclamar el Espíritu como marca de una élite, como lo que distingue y divide. El evangelio de Jesucristo incluye el mensaje de que el Espíritu Santo ha sido vertido sobre toda carne. Todos los abusos a la Escritura y el Espíritu deben oír el mensaje de Dios: "la promesa es para los que estén cerca y para los que estén lejos, tantos como llame el Señor nuestro Dios".
T S Caulley

Abogado

Abogado (del griego parakletos), el que litiga en la causa de otro, que ayuda a otro defendiéndolo o consolándolo. Es el nombre dado tres veces por Cristo al Espíritu Santo (Juan 14:16; 15:26; 16:7, donde la palabra griega se traduce por "Consolador"). Se aplica a Cristo en 1 Juan 2:1, en que el mismo término griego se traduce por "Abogado", que es lo que debería decir en todos los pasajes en que figura. Tértulo "el orador" (Hechos 24:1) era un abogado romano que los judíos emplearon para acusar a Pablo ante Fëlix.

Consolador

Consolador, designación del Espíritu Santo (Juan 14:16, 26; 15:26; 16:7; R.v. marg., "o abogado, o ayudante; del griego Paracletos"). La misma palabra griega así traducida es expresada como "abogado" en 1 Juan 2:1 al aplicarla a Cristo. Significa correctamente "el que es convocado al lado de otro" para ayudarle en un Tribunal de Justicia defendiéndolo, "el que se convoca para litigar en una causa". "Abogado" es la traducción correcta de la palabra allí donde ésta aparece. Conviene notar que aunque Pablo en ninguna parte usa el término paracletos, presenta la idea que ésta implica cuando habla de la "intercesión" tanto de Cristo como del Espíritu (Rom 8:27, 34).

Espíritu, Soplo

Ruah: "respiración; aire; fuerza; viento; brisa; espíritu; valor; genio; Espíritu". Este sustantivo tiene parónimos en el ugarítico, arameo y el árabe. La palabra aparece unas 378 veces y en todos los períodos del hebreo bíblico.
Primero, esta palabra significa "respiración", aire para respirar, aire que se está inspirando /expirando. Este significado es especialmente evidente en Jer. 14:6: "y los asnos salvajes estaban en los lugares altos, resoplando al viento como dragones...". Cuando la "respiración" se restablece, uno revive: "...cuando [Sansón] hubo bebido [el agua], su espíritu [literalmente, "respiración"] revino, y él se restableció..." (Jueces 15:19). El asombro puede cortar la "respiración": "y cuando la reina de Saba hubo visto toda la sabiduría de Salomon, y la casa que él había construido, y la carne en su mesa, ...no hubo más espíritu en ella [quedó abrumada y sin aliento]" (1 Reyes 10:4-5). Ruah puede representar también el hablar, o el aliento: "por la palabra del Señor fueron hechos los cielos; y todo lo que había en ellos, por el aliento de su boca " (Salmos 33:6; cf. Exod. 15:8; Job 4:9; 19:17).
En segundo lugar, esta palabra se puede emplear acentuando la condición invisible, intangible, efímera, del "aire": "Recuerda, oh Dios, que mi vida es viento: mis ojos ya no verán lo bueno" (Job 7:7). Puede haber una sugerencia de falta de propósito, de inutilidad, o incluso vanidad (vacío) cuando el ruah se utiliza con esta acepción: "y los profetas se volverán viento, y la palabra no estará en ellos..." (Jer. 5:13). "Palabras ventosas" son realmente "palabras huecas" (Job 16:3), así como el "conocimiento ventoso" es "conocimiento vacío" (Job 15:2; cf. Eccl. 1:14, 17, "esforzarse sin sentido"). En Prov. 11:29 el ruah significa "nada": "el que descuida su propia casa heredará el viento...". Este matiz es especialmente notable en Eccl. 5:15-16: "y tal como salió del vientre de su madre, tan desnudo como vino, así se irá, y sin llevarse nada del fruto de su trabajo, que puede llevarse en su mano. Es muy doloroso que tal como vino al mundo, así se vaya; ¿y qué beneficio tendrá de haber trabajado para el viento?"
Tercero, ruah puede significar "viento". En Gén. 3:8 parece aludir a la apacible y refrescante brisa tan bien conocida en el Cercano Oriente: "y oyeron la voz del Señor Dios recorriendo el jardín al fresco [literalmente, "la brisa"] del día...". Puede significar un viento fuerte y constante: "... Y el Señor hizo venir sobre la región un viento del este todo ese día y toda esa noche..." (Exod. 10:13). Puede también significar un viento extremadamente fuerte: "y el Señor reorientó un fuerte y poderoso viento del oeste... " (Exod. 10:19). En Jer. 4:11 la palabra parece representar un vendaval o tornado (cf. Hos. 8:7). Dios es el Creador (Amos 4:13) y soberano controlador de los vientos (Gén. 8:1; Num. 11:31; Jer. 10:13).
Cuarto, el viento representa la dirección. En Jer. 49:36 los cuatro vientos simbolizan los cuatro extremos de la Tierra, que alternadamente representan cada cuarto: "y sobre Elam traeré los cuatro vientos [gente de cada cuarto de la Tierra] de los cuatro cuartos del cielo, y los dispersaré a todos esos vientos; y no habrá nación alguna de la que no vengan los refugiados de Elam". El acadio atestigua la misma frase con el mismo significado, y esta frase comienza a aparecer en hebreo cuando era frecuente el contacto con los acadioparlantes.
Quinto, ruah representa con frecuencia el elemento de la vida en un hombre, su "espíritu" natural: " y toda la carne que se movía sobre la Tierra pereció... todos aquellos en cuyas fosas nasales estaba la respiración de la vida..." (Gén. 7:21-22). En estos versículos los animales tienen un "espíritu" (cf. Salmos 104:29). Por otra parte, en Prov. 16:2, más que sólo el elemento de la vida, la palabra parece significar "alma": "todo lo que hace un hombre es limpio a propios ojos; pero el Señor pondera los Espíritus [NASB, "motivos"]". Así, Isaías pone nepes, "alma", y ruah en paralelismo sinónimo: "con mi alma te he deseado en la noche; sí, con mi Espíritu interno te buscaré temprano... " (26:9). Es el "Espíritu " de un hombre que vuelve a Dios (Eccl. 12:7).
En sexto lugar, ruah se usa a menudo como ánimo, disposición o "temperamento" de un hombre: "Bendito es el hombre a quien el Señor no imputa iniquidad, y en cuyo espíritu no hay mala intención" (Salmos 32:2). En Ez. 13:3 el término se usa para mente o pensamiento: la "¡Ay de los profetas necios, que siguen sus propios espíritus, y no han visto nada!" (cf. Prov. 29:11). Ruah puede representar disposiciones determinadas, como hace en Josué. 2:11: "y tan pronto oímos estas cosas, nuestros corazones se derritieron, ni quedó más valor en ningún hombre, debido a tí..." (cf. Jos. 5:1; Job 15:13). Otra disposición representada por esta palabra es "ánimo": "si el ánimo [genio] del gobernante se alza contra ti, no abandones tu puesto..." (Ecl. 10:4). David rogaba a Dios que "restablezcas en mí el gozo de tu salvación; y sosténme con tu Espíritu que das sin precio" (Salmos 51:12). En este versículo, las expresiones "gozo de la salvación" y "Espíritu gracioso" son paralelas, y por lo tanto sinónimas. En consecuencia, el "espíritu" se refiere a la disposición personal, tal como "gozo" se refiere a una emoción interna.
Séptimo, la Biblia habla a menudo "Espíritu" de Dios, la tercera persona de la Trinidad. Éste es el uso de la palabra en su primera figuración bíblica: "y la Tierra estaban sin forma, y vacía; la oscuridad flotaba sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas" (Gén. 1:2). Isa. 63:10-11 y Salmos 51:12 hablan específicamente "del Espíritu Santo o de gratuidad".
Octavo, a veces a los seres no materiales (ángeles) del cielo se les denomina "Espíritus": "vino un Espíritu, y compareció ante el Señor, y dijo, lo convenceré" (1 Reyes 22:21; cf. 1 Sam16:14).
Noveno, el "espíritu" se puede aplicar asimismo a aquello que permite a un hombre hacer un trabajo determinado, o que representa la esencia de una cualidad de hombre: "y Josué, el hijo de Num, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él..." (Deut. 34:9). Eliseo pidió a Elías una porción doble de su "espíritu" (2 Reyes 2:9), y lo recibió.
NEUMATOLOGIA

La Personalidad del Espíritu Santo. A. Propiedad Personal. B. Pronombres Personales. C. Hechos Personales. D. Reacciones Personales. E. Relaciones Personales. F. Designaciones Personales. II. La Deidad del Espíritu Santo. A. El es identificado como Dios en el Antiguo Testamento. B. El es llamado Dios. C. El posee atributos Divinos. D. El hace las obras de Dios. E. El ejercita la Soberanía de Dios. F. El debe ser reconocido como Dios. G. Debemos depender de El como Dios. H. Podemos llegar a pecar contra El, Dios. III. La obra del Espíritu Santo. A. En el Antiguo Testamento. B. En el Nuevo Testamento.

Capítulo III Neumatología deriva de la palabra griega pneuma, que significa espíritu, viento, o aliento. Por lo tanto, Neumatología es la doctrina del Espíritu, o aliento de Dios: la doctrina del Espíritu Santo. La doctrina del Espíritu Santo es en realidad una doctrina bíblica. La Biblia es la única fuente de la que podemos tomar información segura concerniente a El. Solo la fe cristiana tiene al Espíritu Santo. Mientras estudiamos la doctrina del Espíritu Santo, mantengamos en mente que Cristo es el centro de este libro, el gran tema de toda la revelación. Si no ponemos a cada uno en su lugar, tendremos confusión. El Espíritu Santo no puede desplazar al Hijo de Dios. El Espíritu Santo no viene a hablar de si mismo, sino de Cristo. Alguien que hable continuamente del Espíritu y omita al Hijo muestra evidencias de que realmente no tiene al Espíritu. I. La Personalidad del Espíritu Santo. Primero una palabra de precaución: No llames al Espíritu Santo “algo.” A veces confundimos personalidad con visibilidad. Personalidad no es atributo de un cuerpo; es atributo de un espíritu. En un sentido, usted mismo nunca ha sido visto; porque usted no es un cuerpo, sino un espíritu en un cuerpo.
Propiedad Personal. 1. El posee Inteligencia. “Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu;” (I Cor. 12:8). Ver también Isaías 11:2, 3; Nehemías 9:20; I Pedro 1:11; II Pedro 1:21; I Corintios 2:10, 11. 2. El posee una Voluntad. “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.” (I Cor. 12:11). 3. El posee Poder. “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo. . . con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo.” (Rom. 15:13, 19). Ver también Zacarías 4:6; Isaías 11:2; Efesios 3:16. 4. El posee Conocimiento. “las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, ” (I Cor. 2:10-12). 5. El posee Amor. “Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios,” (Rom. 15:30). B. Pronombres Personales. El Nombre Personal del Espíritu Santo es desconocido. El titulo “Espíritu Santo” es una designación, lo que El es; no es Su Nombre. El silencio de las Escrituras respecto a Su Nombre Personal es muy significativo. El oculta su propio nombre, para que el nombre del Señor Jesucristo sea exaltado. El título “Espíritu Santo” es un sustantivo neutro en griego, pero cuando un pronombre se usa en su lugar, siempre se usa pronombre masculino. “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. . . Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” (Juan 14:16, 17, 26). Ver también Juan 16:7, 8, 13-15; Romanos 8:16, 26. C. Hechos Personales. ¿Por qué nosotros actuamos como seres humanos? Porque lo somos. ¿Por qué el Espíritu Santo actúa como una persona? Porque es una Persona. 1. El habla. “Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado.” (Hechos 13:2). 2. El Intercede. “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.” (Rom. 8:26). 3. El testifica. “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.” (Juan 15:26). 4. El da mandatos. “Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió.” (Hechos 16:6, 7). 5. El supervisa. “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.” (Hechos 20:28). 6. El guía. “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.” (Juan 16:13). 7. El enseña. “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” (Juan 14:26). D. Reacciones Personales. Es notable que ciertos hechos que pueden ser cometidos contra el Espíritu solo puedan ser cometidos contra una persona. El Espíritu tiene sentimientos. 1. El puede ser contristado. “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.” (Ef. 4:30). 2. Puede ser enojado. “Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar su santo espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra ellos.” (Is. 63:10). 3. Puede ser tentado. “Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti.” (Hechos 5:9). 4. Puede ser resistido. “¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros.” (Hechos 7:51). 5. Puede ser blasfemado. “pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno. Porque ellos habían dicho: Tiene espíritu inmundo.” (Marcos 3:29, 30). E. Relaciones Personales. 1. Con el Padre. “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;” (Mat. 28:19). 2. Con Cristo. “El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.” (Juan 16:14). 3. Con los cristianos. “Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias:” (Hechos 15:28). F. Designaciones Personales.
El nombre Paracleto. Esta es una palabra griega que significa “uno llamado al lado para ayudar”. “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.” (Juan 15:26). 2. Otras especificaciones. a. Espíritu de la promesa. “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,” (Ef. 1:13). b. Espíritu de Poder. “Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.” (Is. 11:2). c. Espíritu de verdad. “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.” (Juan 14:16, 17). II. La Deidad del Espíritu Santo. El es una Persona Divina. El es Dios! El es coigual, coeterno, coexistente con el Padre y con el Hijo. De todos modos, El es designado como la tercera persona de la Trinidad. En nuestras propias vidas, puede haber personas que son iguales en estado, pero son subordinados en posición. Lo mismo sucede con el Espíritu Santo. Como un ser, El es igual al Padre y al Hijo, pero en posición El es subordinado al Padre y le da precedencia al Hijo. Tomen nota: No hay celos en la Deidad. A. El es identificado como Deidad en el Antiguo Testamento. Jesús del Nuevo Testamento es Jehová del Antiguo Testamento; el Espíritu Santo del Nuevo Testamento es Jehová del Antiguo Testamento. “Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.” (Jer. 31:33). “porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré,” (Heb. 10:14, 15, 16). B. A Él se lo llama Dios. 1. En Hechos 5:3, 4. "Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios." Ananías y Safira murieron instantáneamente por haber mentido al Espíritu Santo. Ellos mintieron en el tiempo de la consagración. Ellos no cayeron bajo juicio por no dar de su dinero, sino porque aseguraron que lo habían dado todo. Ellos mintieron a la iglesia pero aun más, mintieron al Espíritu Santo. 2. En I Corintios 3:16. “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” Nosotros somos el templo de Dios porque el Espíritu mora en nosotros.
En II Corintios 3:17. “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.” C. El posee atributos divinos. 1. Omnipotencia. “Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.” (Lucas 1:35). 2. Omnisciencia. “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.” (I Cor. 2:10). Ver también Lucas 2:25-32. 3. Omnipresencia. “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba Y habitare en el extremo del mar, Aun allí me guiará tu mano, Y me asirá tu diestra.” (Sal. 139:7-10). 4. Eternidad. “¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” (Heb. 9:14). 5. Amor. “Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios,” (Rom. 15:30). 6. Santidad. “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.” (Ef. 4:30). D. El lleva a cabo las obras de Dios. 1. Creación. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.” (Gen. 1:1,2). “Envías tu Espíritu, son creados, Y renuevas la faz de la tierra.” (Sal. 104:30). “El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida.” (Job 33:4). 2. Regeneración. “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. . . Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.” (Juan 3:3,5-8). 3. Resurrección. “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” (Rom. 8:11). 4. Transformación. “Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.” (Rom. 8:10). 5. Salvación. “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.” (I Cor. 6:11). E. El ejerce la Soberanía de Dios. “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.” (I Cor. 12:11). Ver también Zacarías 4:6. F. El es reconocido como Dios. 1. En la Gran Comisión. “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (Mat.28:18-20). 2. En Bendición Apostólica. “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén.” (II Cor. 13:14). 3. Por designación escritural. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” (Ap. 3:22). 4. En la administración de la iglesia. “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo.” (I Cor. 12:4-6). G. De El debemos depender como de Dios. “Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.” (Marcos 13:11). Ver también Romanos 8:26. H. Podemos pecar contra El cómo contra Dios. “Y dijo Pedro: Ananás, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.” (Hechos 5:3-4). III. La obra del Espíritu Santo. A. En el Antiguo Testamento. Alguien ha dicho que el Espíritu Santo es mencionado 88 veces en el Antiguo Testamento. Sin embargo, la enseñanza de Espíritu Santo no es tan clara en el Antiguo Testamento como lo es en el Nuevo Testamento. 1. Sus manifestaciones. a. Viniendo sobre los hombres. “y alzando sus ojos, vio a Israel alojado por sus tribus; y el Espíritu de Dios vino sobre él.” (Num. 24:2). “Y el Espíritu de Jehová vino sobre Jefté; y pasó por Galaad y Manasés, y de allí pasó a Mizpa de Galaad, y de Mizpa de Galaad pasó a los hijos de Amón.” (Jueces. 11:29). Ver también Jueces 3:10; 14:6. b. Como vestiduras de hombres. “Entonces el Espíritu de Jehová vino sobre Gedeón (lo revistió), y cuando éste tocó el cuerno, los abiezeritas se reunieron con él.” (Jue. 6:34). Ver también II Crónicas 24:20. c. Como derramado sobre los hombres. “Sobre la tierra de mi pueblo subirán espinos y cardos, y aun sobre todas las casas en que hay alegría en la ciudad de alegría. . . hasta que sobre nosotros sea derramado el Espíritu de lo alto, y el desierto se convierta en campo fértil, y el campo fértil sea estimado por bosque.” (Is. 32: 13, 15). d. Como llenando hombres. “y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte, ” (Ex. 31:3). Ver también Miqueas 3:8. e. Como reposando sobre hombres. “Entonces Jehová descendió en la nube, y le habló; y tomó del espíritu que estaba en él, y lo puso en los setenta varones ancianos; y cuando posó sobre ellos el espíritu, profetizaron, y no cesaron.” (Num. 11:25). Ver también Números 11:26; Isaías 11:2. El Espíritu Santo nunca es representado como morando entonces en el creyente. El Espíritu Santo los llenaba, pero nunca hacia su morada en ellos. Ningún santo del Antiguo Testamento fue jamás bautizado con el Espíritu Santo. Ese bautismo inicial vino en Pentecostés de Hechos 2, cincuenta días después que Cristo se había levantado de entre los muertos. 2. Su ministración. a. En relación a la creación. (1) Generación. (a) De los cielos y de la tierra. “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca. El junta como montón las aguas del mar; El pone en depósitos los abismos. Tema a Jehová toda la tierra; Teman delante de él todos los habitantes del mundo. Porque él dijo, y fue hecho; El mandó, y existió.” (Sal. 33:6-9). Ver también Job 26:13. (b) De los animales. “¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; La tierra está llena de tus beneficios . . . Envías tu Espíritu, son creados, Y renuevas la faz de la tierra.” (Sal. 104: 24, 30). (c) Del hombre. “El espíritu de Dios me hizo, Y el soplo del Omnipotente me dio vida.” (Job 33:4). Ver también Génesis 1:26, 27; 2:7. (2) Regeneración. (a) De la tierra. “y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.” (Gen. 1:2b). (b) Del hombre caído. “Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo.” (Ezeq. 37:9, 10). Ver también Isaías 55:3. (3) Preservación. “Envías tu Espíritu, son creados, Y renuevas la faz de la tierra.” (Sal.104:30). b. En relación a Satanás. Desde el principio el Espíritu Santo ha sido el antagonista de Satanás. “Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años.” (Gen. 6:3). c. En relación a Israel. (1) Sus padres (Abraham, Isaac, y Jacob etc.). “y dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios?” (Gen. 41:38). (2) Sus fundadores (Moisés y sus ayudantes). “Entonces Jehová dijo a Moisés: Reúneme setenta varones de los ancianos de Israel, que tú sabes que son ancianos del pueblo y sus principales; y tráelos a la puerta del tabernáculo de reunión, y esperen allí contigo. Y yo descenderé y hablaré allí contigo, y tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo.” (Num.11:16, 17). Ver también Números 27:18, 19; Deuteronomio 34:9; Nehemías 9:20. (3) Sus Jueces. “Y el Espíritu de Jehová vino sobre él, y juzgó a Israel, y salió a batalla” (Jue. 3: l0a). (4) Sus reyes. Saul: “Al oír Saúl estas palabras, el Espíritu de Dios vino sobre él con poder; y él se encendió en ira en gran manera.” (I Sam.11:6). Ver también I Samuel 6:14. David: “Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David. Se levantó luego Samuel, y se volvió a Ramá.” (I Sam.16:1:3). Ver también Salmos 51:11, 12; 143:10. (5) Sus sacerdotes. “Entonces el Espíritu de Dios vino sobre Zacarías, hijo del sacerdote Joiada; y puesto en pie, donde estaba más alto que el pueblo, les dijo: ” (II Cron. 24:20a). (6) Sus profetas. “pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos.” (Zac. 7:12). Ver también Nehemías 9:30; Ezequiel 2:2; Daniel 5:1-14; Miqueas 3:8. (7) Su santuario. (a) El Tabernáculo. Nada fue dejado a la sabiduría humana; no fue hecho por la habilidad humana. “y lo ha llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, en ciencia y en todo arte, ” (Ex. 35:31). Ver también Éxodo 28:3; 31:1-5. (b) El Templo, “Y David dio a Salomón su hijo el plano del pórtico del templo y sus casas, sus tesorerías, sus aposentos, sus cámaras y la casa del propiciatorio. Asimismo el plano de todas las cosas que tenía en mente para los atrios de la casa de Jehová, para todas las cámaras alrededor, para las tesorerías de la casa de Dios, y para las tesorerías de las cosas santificadas.” (I Cron.28:11, 12). d. En relación al Mesías. “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados;” (Is. 61:1, 2). Ver también Isaías 11:2. e. En relación al milenio. “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.” (Joel 2:28, 29). “y después” significa después de la restauración de Israel. Ver también Ezequiel 36:25-28 37:14. f. En relación a la inspiración. “Estas son las palabras postreras de David. Dijo David hijo de Isaí, Dijo aquel varón que fue levantado en alto, El ungido del Dios de Jacob, El dulce cantor de Israel: El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, Y su palabra ha estado en mi lengua.” (II Sam. 23:1, 2). Ver también Números 24:2; Hechos 1:16; 4:25; I Pedro 1:10-12; II Pedro 1:21; II Timoteo 3:16, 17. B. En el Nuevo Testamento. 1. El Espíritu Santo y Cristo. a. En referencia a su obra en la antigua dispensación. (1) En la predicación. “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.” (I Pedro 3:18-20), Este pasaje de las Escrituras ha sido usado por distintas sectas, para enseñar que Dios da al hombre una segunda oportunidad después de la muerte. Ellos interpretan esta porción de las Escrituras como entendiendo que Cristo, entre su crucifixión y su resurrección, fue al Hades y ofreció salvación a los muertos impíos. Si ellos entonces creían en El, ellos serian salvos. Sabemos que ese enfoque no es verdadero, porque, “está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, ” (Heb. 9:27). No hay una segunda oportunidad. La correcta interpretación es que Cristo, por el Espíritu Santo en Noé, predico el evangelio a las personas, avisándoles acerca del juicio sobre el mundo. Ellos rechazaron el mensaje; ellos murieron en el diluvio; por eso, sus espíritus están ahora esperando por la resurrección y el juicio. (2) En Profecía. “Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos.” (I Pedro1:10, 11). (3) En Tipos. El Tabernáculo es un tipo de Cristo. Todo en él revela al Salvador, y fue el Espíritu Santo quien capacitó a los hombres para edificar el Tabernáculo. “Mira, yo he llamado por nombre a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte, para inventar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce, y en artificio de piedras para engastarlas, y en artificio de madera; para trabajar en toda clase de labor. Y he aquí que yo he puesto con él a Aholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan; y he puesto sabiduría en el ánimo de todo sabio de corazón, para que hagan todo lo que te he mandado;” (Ex. 31:2-6).
b. Referencias a Su Obra en Su manifestación terrenal.
(1) El nacimiento de Cristo. “Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.” (Lucas 1:35). Nunca en las Escrituras encontramos que Jesús es declarado ser Hijo del Espíritu. El Santo Ser era Hijo de Dios.
(2) El Bautismo de Cristo. “Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.” (Lucas 3:21, 22). Ver también Marcos 1:10, 11; Juan 1:32, 34. (3) La tentación de Cristo. “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto” (Lucas 4:1, 2a). Ver también Mateo 4:1; Marcos 1:12. (4) El ungimiento de Cristo. “cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.” (Hechos 10:38). Ver también Lucas 4:16-21. (5) La enseñanza de Cristo. “Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida.” (Juan 3:34). (6) Los milagros de Cristo. “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.” (Mat. 12:28). (7) La Vida de Cristo. “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto” (Lucas 4:1). Ver también Lucas 10:21; Hebreos 9:14. (8) La muerte de Cristo. “¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? ” (Heb. 9:14). (9) La resurrección de Cristo. “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” (Rom. 8:11). (10) Los mandamientos de Cristo previos a su ascensión. Lucas nos dice lo que escribió en su primer libro: “En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; ” (Hechos 1:1,2). Ver también Hechos 1:8. c. En referencia a su obra durante este tiempo. (1) El glorifica a Cristo. “El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.” (Juan 16:14). (2) El testifica de Cristo. “El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero. A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen.” (Hechos 5:30-32). (3) El entrona a Cristo. “Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.” (I Cor. 12:3). 2. El Espíritu Santo y la Palabra. a. Convicción. “Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.” (Juan 16:8-11). (1) De pecado. No es el trabajo del Espíritu Santo convencer al mundo de asesinato, adulterio, etc; la ley del país hace eso. El Espíritu Santo convence al mundo de incredulidad: “De pecado, por cuanto no creen en mí; ” (Juan 16:9). Muchas veces tomamos la palabra “convencer” en el sentido de sentirse culpable; pero ese no es su significado aquí. El pecador ya ha sido hallado culpable de pecado— incredulidad — ya sea que lo sienta o no. Si, el pecador ya ha sido convicto, condenado, y espera ser sentenciado. “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios...la ira de Dios está sobre él.” (Juan 3:18, 36c). El Gran Trono Blanco no será el lugar para determinar la culpabilidad del pecador, sino el lugar para sentenciarlo al grado de castigo que merece. (2) De Justicia. ¿De qué manera el Espíritu Convence al mundo de justicia? El Espíritu Santo no convence al mundo de justicia por la que este tiene, sino que convence al mundo apuntando a donde la justicia está: en Cristo: “Por cuanto voy al Padre” (Juan 16:10). (3) De juicio. Si el mundo rechaza a Cristo, nada le queda sino el juicio. “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12). La concepción del mundo respecto al juicio futuro es confusa. El hombre tiene una falsa idea tras otra. Pero más allá, estas creencias universales, aunque equivocadas, son prueba suficiente de cuando el hombre deba dar cuenta de sí mismo ante Dios. La Biblia es la única fuente segura del Juicio del Gran Trono Blanco. b. Regeneración. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (II Cor. 5:17). Ver también Juan 3:5. El hombre puede bajar la medida, pensando que puede llegar a ser hijo de Dios de otra manera, pero Dios no lo avala. El todavía requiere que debes nacer de nuevo. c. Refrenando la maldad en el mundo “Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio.” (II Tes. 2:7). La iniquidad total uno de estos días será encabezada por un solo hombre, el anticristo. Pero todavía hay una persona en el mundo que impide la manifestación completa del pecado; y esa persona es el Espíritu Santo. Durante la gran tribulación, cuando el anticristo sea revelado, el Espíritu Santo dará un paso al costado, quitando su mano que detenía la manifestación del hombre de pecado, permitiendo que él lleve al mundo a la más completa degradación. 3. El Espíritu Santo y la iglesia. Ver Efesios 1:22, 23; 2:12-16; 3:4-16.
El Espíritu Santo constituye la iglesia. El bautismo del Espíritu Santo es la operación por la cual la iglesia es constituida. “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.” (I Cor. 12:13). Hay 7 referencias al Bautismo del Espíritu Santo. Cinco son proféticas (Mat. 3:11; Mar.1:8; Lucas 3:16; Juan 1:33; Hechos 1:5); una histórica (Hechos 11:16); y una didáctica (I Cor. 12:13). En las 5 referencias proféticas, encontramos que 2 se refieren al bautismo con Espíritu Santo y fuego. El bautismo del Espíritu Santo y el de fuego, no son lo mismo. El bautismo del Espíritu Santo habla de la formación de la iglesia, mientras que el bautismo de fuego habla de juicio. Mateo 3:11 y Lucas 3:16 son esos pasajes que hablan de bautismo de fuego. Las 5 referencias proféticas apuntan al futuro; el pasaje histórico mira hacia atrás; por tanto, el bautismo del Espíritu vino entre ambos. Eso es Pentecostés. El bautismo del Espíritu Santo no fue esa envestidura de poder que capacitó a los apóstoles para hacer milagros, porque ellos hicieron milagros antes de ser bautizados por el Espíritu. La iglesia es un organismo, no una organización, y el bautismo del Espíritu Santo es ese acto de Dios por el cual une a los creyentes en ese organismo. Dondequiera que las palabras “bautismo del Espíritu” son usadas, son siempre aplicadas colectivamente, a un grupo, nunca a un individuo. ¿Cuándo fuimos nosotros y los corintios (I Cor. 12:13) bautizados con el Espíritu? En Pentecostés, una vez para siempre. Cuando uno recibe a Cristo, es sellado en Cristo con el Espíritu. “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, ” (Ef. 1:13). Y recibe el bautismo del Espíritu Santo en ese mismo momento. En cuanto a Dios le concierne, hubo un solo Calvario, y hubo un solo Pentecostés. El pecador, de todos modos, se debe apropiar del calvario por fe, y debe reconocer Pentecostés por fe, para hacer de ambos una realidad para su propia alma. Esto toma lugar inmediatamente al aceptar al Señor Jesucristo como Salvador. Nos gustaría dar una explicación del siguiente versículo: “un Señor, una fe, un bautismo, ” (Ef. 4:5). No habla aquí del bautismo del Espirita, sino de bautismo por agua. El versícula anterior explica el bautismo del Espirita: “un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; ” (E. 4:4). Ese "un cuerpo" es constituido por el bautismo del Espíritu Santo. Pentecostés siempre llega 50 días después de la fiesta de las primicias. La fiesta de las primicias es un tipo de la resurrección de Cristo. El segundo capítulo de Hechos registra lo que aconteció a aquellos 120 discípulos en el aposento alto. El Espíritu Santo no vino a ellos en respuesta a sus oraciones, porque todas sus oraciones y ayunos no habrían apresurado su venida. El vino en tiempo señalado. Es inconcebible pensar que el Espíritu viniese 49 o 51 días después de su resurrección. El vino a tiempo, 50 días después de la resurrección. El Espíritu Santo hubiera venido aun si ellos no hubieran orado. Ellos habrían sido bautizados y habitados por el Espíritu aunque no hubiesen orado, pero no hubieran recibido poder; no hubieran sido llenos del Espíritu si ellos no hubiesen orado. La fiesta de pascuas fue cumplida en el sacrificio de la cruz. Cristo nunca volverá a morir otra vez. La fiesta de Pentecostés se cumplió en el bautismo del Espíritu, y no habrá otro Pentecostés. Nunca más habrá un recumplimiento de la pascua y el sacrifi La fiesta original de Pentecostés fue también conocida como la fiesta de las semanas, cuando la cosecha era recogida. En Levítico 23:22 leemos: "Cuando segareis la mies de vuestra tierra, no segaréis hasta el último rincón de ella, ni espigarás tu siega; para el pobre y para el extranjero la dejarás. Yo Jehová vuestro Dios.” De modo que, vemos que la cosecha era para 3 clases de personas: 1. Israel en general. 2. Los pobres. 3. Los extranjeros. Estos 3 recibían bendiciones de la cosecha. El bautismo del Espíritu, el cual fue el cumplimiento de la fiesta de la cosecha (semanas), fue para 3 clases de personas: 1. Israel. En Jerusalén (Hechos 2:37, 39). 2. Samaritanos (los pobres). En Samaria (Hechos 8:9-17). 3. Gentiles (extranjeros). En Cesarea (Hechos 10:34-44). El siguiente es el proceso por el cual las 3 clases de personas recibieron el Espíritu Santo: 1. Los judíos en Jerusalén. (a) Por la fe en Cristo. (b) Se bautizaron en agua. (c) Y entonces recibieron el Espíritu Santo. 2. Los Samaritanos en Samaria. (a) Por la fe en Cristo. (b) Se bautizaron en agua. (c) Les impusieron las manos. (d) Y entonces recibieron el Espíritu Santo. 3. Los Gentiles en Cesárea. (a) Por la fe en Cristo. (b) Y entonces recibieron el Espíritu Santo. (c) Entonces se bautizaron en agua. Hay 2 operaciones del Espíritu en el día de Pentecostés. No deben confundirse. Las 2 operaciones fueron “bautismo” y “llenura.” Los creyentes fueron bautizados con el Espíritu en Pentecostés, pese a que la palabra “bautismo” no aparece en Hechos 2. Sabemos que el bautismo ocurrió entonces, por las palabras habladas por el Señor Jesucristo justo antes de su ascenso. “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.” (Hechos 1:5). Hay algunos que creen que hablar en lenguas fue una señal del bautismo del Espíritu, pero si miramos detenidamente, observamos que ellos hablaban en lenguas a causa de que fueron llenos del Espíritu. Pedro declaró, “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.” (Hechos 2:16-18). ¿Qué es “Mas esto es? ¿El evento? ¿El hecho de hablar en lenguas? No. “Esto” es una cita de Joel, y yo lo estoy citando. Pedro estaba dando a Joel como un ejemplo, porque El, Dios, que hará suceder aquellas cosas que ha anunciado Joel, ha hecho que sucedieran estas cosas de las cuales ustedes son testigos. b. El Espíritu mora en la iglesia. “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (I Cor. 3:16). c. El Espíritu edifica la iglesia. “en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.” (Ef. 2:22). d. El Espíritu administra la iglesia. (1) El nombra los ministros. “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.” (Hechos 20:28). Ver también Hechos 6:3, 5, 10. (2) El dirige la obra. “Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado.” (Hechos 13:2). Ver también Hechos 29; 10:19; 16:7. 4. El Espíritu Santo y el cristiano. a. Comenzando por el Espíritu. “¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?" (Gal. 3:1-3). Llegamos a ser cristianos por la operación de Dios. Una nueva vida es impartida por el Espíritu Santo. Es un nuevo nacimiento: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.” (Juan 3:6, 7). Dios no tiene comunión con personas no regeneradas hasta que el hombre recibe una nueva naturaleza de parte de Él. b. Morada del Espíritu. “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (I Cor. 6:19). ¿Qué certeza tiene el cristiano de tener la morada del Espíritu? Por sentimientos? Por algún gran éxtasis? No, ¡por la Palabra de Dios! El Espíritu mora en el creyente cuando la persona entra en concordancia con lo que Cristo ha hecho, cuando acepta a Cristo Jesús por fe. La prueba de la morada del Espíritu no se basa en sentimientos, porque los sentimientos de una persona pueden cambiar de un día para el otro. La obra de Cristo en el calvario nunca cambia. “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.” (Juan 7:37-39). Esta porción de la Palabra de Dios plenamente establece que los discípulos todavía no habían recibido el Espíritu Santo, pero que lo recibirían en el futuro, y eso sucedió en Pentecostés. Otro pasaje revela que los discípulos todavía no habían recibido la morada del Espíritu Santo: “mora con vosotros, y estará en vosotros.” (Juan 14: 17c). Antes de Pentecostés, el Espíritu estaba con ellos; después de Pentecostés, el Espíritu estaría en ellos. Ningún creyente de este tiempo debe orar como David: “No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu Santo Espíritu.” (Sal. 51:11), porque David no tenía la morada del Espíritu Santo. Y cada cristiano sí lo tiene. “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.” (Rom. 8:9). Otra Escritura que también ha confundido a los hijos de Dios es Lucas 11 13: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” Algunos proponen que nosotros debemos pedir el Espíritu Santo a fin de tenerlo; pero recuerda, esto fue dicho antes de Pentecostés. No hallamos ningún texto en la Escritura, después de Pentecostés, que diga que nosotros debemos pedir el Espíritu. ¿Hubiera dado el Padre el Espíritu a los discípulos antes de Pentecostés si ellos se lo hubiesen pedido? El Señor Jesús dijo que lo hubiera hecho, pero la realidad histórica es que ellos no se lo pidieron. La ultima Escritura que vamos a considerar tocante al tema de la morada del Espíritu es Juan 20:22: “Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.” Muchos dicen que en ese momento los discípulos recibieron la morada del Espíritu Santo, en vez de en Pentecostés. Sabemos, de todas maneras, que ellos no recibieron el Espíritu Santo en aquel momento, porque a ellos se les dio el mandamiento de: “que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.” (Hechos 1:4, 5). Ahora, si ellos ya hubiesen recibido el Espíritu Santo, ¿por qué ellos habrían de esperar para recibirlo? c. El sello del Espíritu Santo. „En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, ” (Ef. 1:13). “El sello” es usado muchas veces en la Escritura. (1) El que sella. El que sella es Dios el Padre. “Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.” (II Cor. 1:21, 22). (2) Los sellados. Hay 2 que son sellados por el Padre: el Hijo y los creyentes. “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.” (Juan 6:27). “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.” (Ef. 4:30). El Hijo fue sellado por causa de lo que El es. Nosotros somos sellados por causa de Cristo y nuestra posición en El. El momento en que el creyente es sellado es cuando acepta a Cristo como su Salvador: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, ” (Ef. 1:13). (3) El sello. El Espíritu Santo mismo es el sello. El sello no se asegura a través de alguna experiencia emocional, sino a través de creer en Cristo: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,” (Ef. 1:13). (4) Significado. (a) El sello significa propiedad. Si fuimos sellados tenemos el sello de propiedad de Dios sobre nosotros. “Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo." (II Tim. 2:19). (b) El sello significa identificación. Es nuestra identificación para el futuro. “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.” (Ef. 1:13, 14). (c) El sello significa seguridad. En Apocalipsis 7:4-8 habrá 144,000 sellados. Además Satanás será sellado y encarcelado en el abismo durante el milenio (Ap.20:3). El libro de Apocalipsis capitulo 5 tiene 7 sellos que ningún ser humano común podrá abrir (Ap. 6-8). Nosotros, los creyentes, somos sellados hasta el tiempo de nuestra redención (Ef. 1:13, 14). (d) El sello significa transacción finalizada. “Y escribí la carta y la sellé, y la hice certificar con testigos, y pesé el dinero en balanza.” (Jer. 32: 10). El sello del Espíritu Santo es aquella evidencia legal que testifica el hecho de que hemos entrado dentro de la obra terminada de Cristo. (e) El sello significa que es algo genuino. “Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia; ” (Rom. 4:11). Ver también Ester 3:12. (f) El sello significa que algo es inintercambiable. “Escribid, pues, vosotros a los judíos como bien os pareciere, en nombre del rey, y selladlo con el anillo del rey; porque un edicto que se escribe en nombre del rey, y se sella con el anillo del rey, no puede ser revocado.” (Est. 8:8). (g) El sello significa valor. “¿No tengo yo esto guardado conmigo, Sellado en mis tesoros?” (Deut. 32:34). (h) El sello significa impresión. El sello siempre deja su impresión en la cera. Si estamos sellados con el Espíritu, Su impresión estará sobre nosotros. “Ella muda luego de aspecto como barro bajo el sello, Y viene a estar como con vestidura;” (Job 38:14). “siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.” (II Cor. 3:3). d. Las arras del Espíritu. “[el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.” (II Cor. 1:22). Ver también II Corintios 5:5; Efesios 1:13, 14. “Arras” es un emblema que habla del futuro. Es una parte del pago por algo que se terminará de pagar en una fecha futura. Cuando el dinero de arras es pagado por una propiedad, ambas partes se comprometen. Cuando Dios puso su arras en nosotros, El se comprometió por todo tiempo y eternidad. El Espíritu Santo es las Arras de Dios, el anticipo del pago de Dios por nuestra salvación. El creyente al presente no tiene todas las cosas que sabe habrá de recibir. Hay algo pendiente. De hecho, esto agita nuestra imaginación. Si el Espíritu Santo es solo parte de lo que hemos de recibir, y El es Dios, y Dios es todo, ¿qué ha de ser el resto? Si el dinero de anticipo ha sido colocado por una propiedad, y el comprador fallase en completar la transacción, El perdería su dinero de anticipo. Dios nos ha dado el anticipo, el Espíritu Santo. Si fallara El en completar nuestra salvación, El perdería su anticipo; pero sabemos que eso es imposible. Por tanto, es una garantía de nuestra eterna salvación. (1) Ilustraciones de Arras. (a) Los presentes para Rebeca (Gen. 24). Estos presentes fueron el anticipo de lo que después vendría. (b) Los frutos de Canaán (Num. 13). Los frutos fueron el anticipo de lo que había sido prometido, una prueba de la herencia que habría de llegar. (c) Los dones de Booz (Rut 2). Los granos de cereal dejados para Rut, y solo para Rut, fueron un anticipo de lo que Booz tenía para ofrecer en matrimonio. (d) Los primeros frutos (Lev. 23). Esta ofrenda para Dios era el anticipo del hombre que iba a dar su diezmo para Dios. (2) El dador de las arras. ¡Dios es el dador! “Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.” (Il Cor.1:21,22). (3) Descripción de las arras. El Espíritu Santo es las arras: “y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.” (II Cor. 1:22b). (4) El lugar de las arras. Ese lugar es nuestro corazón: “ las arras del Espíritu en nuestros corazones” (II Cor.1:22b). (5) La garantía de las arras. (a) Garantiza nuestra resurrección “y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.” (Rom. 8:2.3). (b) Garantiza nuestra herencia. “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.” (Rom. 8:17). (c) Garantiza nuestra gloria. “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo.” (lI Tes. 2:13. 14). e. Llenura del Espíritu. “fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.” (Hechos 2:4). Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.” (Hechos 4:31). “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu,” (Ef. 5:18). La llenura del Espíritu tiene que ver con la vida y obra del cristiano, que es llenado de poder para hacer lo que le manda el Señor. (1) ¿Qué? Hay muchas opiniones en cuanto al significado de la “llenura” del Espíritu. Algunos creen que esto sucede cuando la persona nace de nuevo. El creyente recibe el Espíritu Santo en su conversión pero no la llenura del Espíritu; es la regeneración del Espíritu (Tito 3:5). Otros proponen que la “llenura" del Espíritu es la experiencia por la cual [el creyente] recibe al Espíritu Santo algún tiempo después de haber sido salvo. ”Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.” (Rom. 8:9). La “llenura” del Espíritu puede confundir a muchos a causa de la palabra “llenura.” Ellos piensan en una llenura material, como un vaso lleno con agua. El Espíritu, de todas maneras, no es algo material, sino una persona. Es verdad que un vaso a medio llenar puede ser completado con más agua, pero es imposible para el creyente, quien ya tiene el Espíritu, tener más de Él. Uno no puede tener más de Dios, sino que Dios puede tener más de uno. Ahora, el creyente ya tiene el Espíritu, no obstante es llamado a ser “lleno” de Él. El Espíritu Santo ya mora en el creyente; ha sido sellado con el Espíritu; ha sido bautizado con el Espíritu, y ha sido regenerado por el Espíritu; y aun así es llamado a ser “llenado” con el Espíritu. ¿Qué es entonces la “llenura" del Espíritu? Una mejor palabra para pensar en la “llenura” es ser “controlado por” el Espíritu. Así que, el cristiano es amonestado a ser controlado por, ser poseído por, ser dominado por el Espíritu. Ahora sabemos el significado pleno de la expresión, “No es cuanto tiene uno del Espíritu Santo, sino cuanto tiene el Espíritu Santo de uno.” (2) ¿Cómo? ¿Es segura esta experiencia a través de la búsqueda y a través de la oración? No hay ningún pasaje en la Palabra donde una persona haya orado por la llenura del Espíritu y la haya recibido. Todo es por sometimiento al Señor. Cuando nos sometemos El, nuestra voluntad muere, y su voluntad es la voluntad de nuestras vidas; nuestras ambiciones caen como cenizas a sus pies. Alguien puede preguntar, ¿“qué es sometimiento”? Es el acto por el cual el creyente se coloca a si mismo sobre el altar de Dios: “Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.” (Ef. 5:2). Esa ofrenda de olor fragante era un sacrificio continuo la cual nunca llegaba a faltar, porque cuando uno se consumía, otro cordero era puesto en su lugar, uno en la mañana y otro en la tarde. Esa era la única manera en que podía ser una ofrenda continua un sacrificio continuo. Esta ofrenda encendida nunca fue instituida como ofrenda por el pecado, sino más bien como una ofrenda de alabanza. El cristiano es exhortado a entregarse a si mismo como sacrifico vivo, una ofrenda encendida continua, mostrando nuestras alabanzas a El que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (I Pedro 2:9). (3) ¿Cuándo? ¿Cuándo el Espíritu lo lleva a cabo? ¿Cuándo El controla al creyente? Al instante en que el creyente se somete, ¡cuando se rinde completamente! ¿Hay cierto número de pasos que uno debería tomar en función de rendirse al Señor? No. ¿Cuáles son los requerimientos entonces para ese sometimiento? Una completa sujeción a la voluntad de Dios! Para alguno puede ser morir a su propio ego; para otro, obediencia al llamado de Dios; aun para otros, el renunciar a pecados conocidos, etc. Sea lo que sea necesario para someterse a la voluntad de Dios, ¡ése es el requerimiento! (4) ¿Por qué? ¿Debería el creyente alguna vez hacer esta pregunta? ¿Hay una necesidad de llenura del Espíritu? Respondemos: “sí” a ambas preguntas. Algunos creyentes no entienden que existe realmente algo como la “llenura” del Espíritu, y por lo tanto ellos viven sin poder. Además del mandato de Dios a ser “llenos” del Espíritu, entendemos que esta “llenura” es un mandato para tener poder en el servicio y en la vida, no por ganancia egoísta, sino para la gloria de nuestro Señor Jesucristo y para ganar los perdidos para El. (5) ¿Qué entonces? Un resumen de aquellos que han sido verdaderamente “llenos” del Espíritu revela estos resultados: (a) Ellos reproducirán a Cristo en sus vidas. (b) Ellos convencerán al mundo. (c) Ellos amarán la Palabra.
(d) Ellos serán llenos de poder. (e) Ellos serán llenos de vida. Contraste entre Bautismo y llenura. Bautismo del Espíritu Llenura del Espíritu
Tiene que ver con el cuerpo, la iglesia. 1. Tiene que ver con el individuo. 2. Bautismo es externo. 2. Llenura es interno. 3. Cada creyente es bautizado con el Espíritu. 3. Un creyente puede o no ser llenado con el Espíritu. 4. Ningún creyente es exhortado jamás a ser bautizado con el Espíritu. 4. Todo creyente es exhortado a ser lleno del Espíritu. 5. Es una obra inicial al momento de la salvación. 5. Un creyente puede ser llenado aun años después del momento de su salvación. 6. El creyente es bautizado una sola vez. 6. El creyente puede ser lleno muchas veces. 7. Ningún creyente fue jamás bautizado antes de Pentecostés. El bautismo coloca al creyente en el cuerpo. 7. Algunos creyentes fueron llenos antes de Pentecostés. La llenura es esencial para el servicio. f. El fruto del Espíritu Santo. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.” (Gal. 5:22, 23). El fruto del Espíritu Santo es el verdadero carácter cristiano. Observe que la palabra “fruto” es singular. La vida de nuestro Señor es el más grande ejemplo del fruto del Espíritu. El fruto siempre procede de la vida misma. Cuando llega el tiempo de Navidad vemos adornos colgando de los arbolitos, sabemos que son artificiales. Pero en los árboles naturales, los frutos son naturales. De la misma manera hay muchas religiones sociales que solo dan frutos figurativos y artificiales. Ellos pretenden dar frutos, pero no tienen vida en sí mismos, no tienen Espíritu; por lo tanto, ellos tienen forma externa de piedad pero no tienen poder interior. Un manzano no hace obras para producir manzanas; simplemente las produce naturalmente. Lo mismo pasa con el cristiano. No procura el fruto del Espíritu como de su propia labor, sino que simplemente lo genera. (1) Fruto en relación a si mismo como individuo: amor; gozo; paz. (2) Fruto en relación a los demás hombres: paciencia, benignidad, bondad. (3) Fruto en relación a Dios. fe; mansedumbre; templanza. g. Caminando en el Espíritu. “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.” (Gal. 5:16). El Espíritu hará que andemos. Un viejo ejemplo son las ropas: la persona que va dentro hace que las vestiduras caminen. La responsabilidad de las vestiduras es colgar sobre la persona y vestirla. No deberíamos tener una voluntad propia, sino como esa ropa, solo la deberíamos cubrir, vestir. Donde el Espíritu vaya, vamos. La voluntad del Espíritu debe ser nuestra voluntad. h. La renovación en el Espíritu. “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo,” (Tito 3:5). i. Fortalecimiento en el Espíritu. Pablo oraba que Dios pudiese fortalecer a los efesios, "conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; ” (Ef. 3:16). j. Sembrando para el Espíritu. “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.” (Gal. 6:7, 8). Este pasaje no fue escrito para los no salvos, sino para cristianos. El cristiano puede sembrar para la carne, eso es, vivir en pecado; de todos modos, el tiempo de la cosecha vendrá. k. Guiados por el Espíritu. “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.” (Rom. 8:14). Algunos interpretan esto como “aquellos que consultan al Espíritu en las decisiones de la vida están seguros de que son hijos de Dios.” Ahora, pese a que es una bendición buscar y encontrar del Espíritu Santo Su voluntad en nuestras decisiones, parece que este pasaje no se refiere a eso. La guía del Espíritu parece que hace referencia a la conducción de los cristianos en su camino hacia la gloria.
Santificación en el Espíritu. “elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.” (I Pedro 1:2). m. La suministración del Espíritu. “Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación, ” (Fil. 1:19). n. Los dones del Espíritu Santo.

La enumeración de los dones. “No quiero, hermanos, que ignoréis
Acerca de los dones espirituales,...Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.” (I Cor. 12:1, 8-11). (2) El otorgamiento de los dones. La primera cosa que debemos establecer es que los dones no son dados al hombre por sus deseos ni por sus oraciones, sino de acuerdo a la voluntad del Espíritu, dotando a cada persona como El quiere. La segunda cosa a la que debemos prestar atención es que los dones fueron dados en función de sustentar las demandas de Cristo y sus discípulos, que Jesucristo fue verdaderamente el Hijo de Dios, que la dispensación de la Ley había llegado a su fin, y que la dispensación de la gracia había comenzado. “¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu San según su voluntad. (Heb.2:3, 4).
Ciertamente había una necesidad de parte de Dios de verificar esta nueva enseñanza que había comenzado con el Señor mismo para aquellas personas que habían estado bajo las tradiciones de la Ley por alrededor de 14 siglos, e iba a ser difícil para ellos comprender que Dios había terminado con el Antiguo Testamento y había dado lugar al Nuevo. Además, ningún libro del Nuevo Testamento había sido escrito todavía. Finalmente, enfatizamos el hecho de que ningún creyente recibe todos los dones. “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas. ¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿Todos maestros? ¿hacen todos milagros? ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿Hablan todas lenguas? ¿Interpretan todos? (I Cor. 12:28-30) La respuesta es no.
La utilización de los dones. ¿Cómo deben ser usados estos dones? El capítulo 13 de Primera Corintios declara plenamente que todos debemos ser motivados por amor. Pablo, por inspiración del Espíritu Santo, declara que si tuviese todos los dones, y no tuviera amor, no sería nada; su vida seria infructífera, y sus recompensas nulas. Alguien puede preguntar, “¿Es el don de lenguas para hoy en día?” “¿Acaso no dice la Biblia, no impidáis hablar en lenguas?” Trataremos este tema más a pleno en la próxima sección; de todos modos, algo debemos decir acerca de eso aquí. 1 Corintios 14:39 dice claramente: “Así que, hermanos, procurad profetizar, y no impidáis el hablar lenguas.” Pero si usamos capitulo 14 como permiso para hablar en lenguas, entonces los que hablan en lenguas deben ser gobernados por el mismo capítulo sobre el uso de ese don. Entonces, ¿debería una persona hablar en lenguas en una reunión de iglesia? Ciertamente, pero si lo hace conforme a 1 Corintios 14. “Si habla alguno en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete. Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios.” (I Cor. 14:27, 28). Toda vez que el don de lenguas sea ejercido, solo 2 o a lo sumo 3, pueden hablar en la reunión. Hablarán por turnos y uno sólo a la vez. Y luego las Escrituras dicen que si no hay intérprete, debe callar.
(4) La restricción de los dones. ¿Puede ser posible que Dios restrinja muchos de sus dones a los creyentes de hoy en día, los cuales dio al principio? No solo es posible, sino también una certeza. En capítulo 13 de I Corintios, el Espíritu Santo dice, “El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.” (Versículos 8-10). Recuerda, I Corintios 13 está hablando sobre “dones” del Espíritu, y cuando dice las profecías se acabarán, no significa que algunas de las profecías antes anunciadas por hombres de Dios, registradas en la Biblia, dejarían de cumplirse. Significa que el don de profecía un día dejarla de operar. Cuando dice que las “lenguas cesarán,” no significa que en algún momento futuro toda lengua iba a silenciarse, sino que el don de lengua dejaría de operar. Y cuando dice que “la ciencia acabará,” no significa que llegaría un momento cuando el conocimiento o la ciencia no existirían más, sino que el don de ciencia dejaría de operar. ¿Pero cuándo los dones de profecía, lenguas y ciencia cesarían? Cuando “viniese lo perfecto.”
Volviendo a Efesios 4:11 leemos, “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros.” Observe en esta posterior revelación que no aparecen en la lista los dones milagrosos, como sí aparecen en I Corintios 12, 13 y 14. Ya no hay más necesidad de los dones milagrosos, porque ahora tenemos la plena y completa revelación de Dios. El hijo de Dios es más bendecido por tener la completa revelación de Dios que si tuviera todos los dones milagrosos. La demanda es hecha por algunos que dicen que nosotros necesitamos esos dones como señales de la llenura del Espíritu. Es cierto que Dios dio estos dones de milagros por señales; pero no de la llenura del Espíritu, sino para la confirmación del apostolado de Pablo (II Cor. 12:12); para la confirmación del envió de Pablo a los gentiles (Rom. 15:18, 19); para la confirmación de la salvación a través de la persona de Jesucristo (Heb. 2:3, 4); y para la confirmación de la palabra (Marcos16:20).
(5) La permanencia de los dones. “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.” (I Cor. 13:13). Cada cristiano posee estos 3 dones. El, controlado por el Espíritu Santo, puede utilizarlos. Testimonio del Espíritu “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.” (Rom. 8:16). La Ley establece que por la boca de dos o tres testigos será declarada la verdad. Eso es, tenemos 2 testigos que declaran que somos hijos de Dios. Ellos son el Espíritu Santo, y nuestro Espíritu. ¿Cómo el Espíritu Santo da testimonio de nuestra salvación? A través de la Palabra escrita. ¿Cómo da nuestro espíritu testimonio? Por sentimientos, o por nuestra conciencia? No. Los sentimientos son engañosos. Nuestro espíritu da testimonio por fe en la Palabra de Dios. La Palabra de Dios declara nuestra salvación cuando confiamos en Cristo; la creemos. Por lo tanto, el Espíritu da testimonio “juntamente con” nuestro espíritu. p. La unción del Espíritu. “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas...Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él.” (I Juan 2:20, 27). La unción en las Escrituras, ya sea en el Antiguo Testamento o en el Nuevo, era para algún servicio. Reyes y sacerdotes fueron ungidos para sus servicios u oficios especiales. Cristo fue ungido (Hechos 10:38). El mismo nombre “Cristo” significa “el ungido.” El fue ungido como Profeta (en el pasado); Sacerdote (para el presente); y Rey (para el futuro). El creyente en Cristo recibe su unción para el servicio cuando nace de nuevo. La unción del Espíritu no es para unos pocos favorecidos. Todos los creyentes son ungidos: “ya la habéis recibido.” La unción del Espíritu es una vez para siempre: “permanece en vosotros.” No hay lugar en las Escrituras donde uno recibe una fresca unción. Falsas religiones tratan de alejarnos de Cristo, inducirnos a salir de la fe; pero tú, al escuchar sus apelaciones, no debes deslizarte, porque si eres creyente ya tienes la unción. “Y no necesitas que nadie os enseñe.” q. Adorar por el Espíritu. “Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.” (Fil. 3:3). La única adoración y servicio aceptados por Dios deben ser generados por el Espíritu. Uno no sirve al Señor con manos, pies y labios, sino por el Espíritu Santo a través de las manos, pies y labios. r. Comunión en el Espíritu. “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén.” (II Cor. 13:14). La Palabra “comunión” es también traducida “compañerismo; compartir.” De modo que, “comunión” significa “participación y compartir.” El Espíritu Santo y el cristiano tienen una cosa en común, Jesucristo! s. Orar en el Espíritu. “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” (Rom. 8:26, 27). ¿Es un error orar al Espíritu Santo? En ningún lugar de las Escrituras se nos ordena orar al Espíritu Santo, pese a que es un miembro de la Deidad; cuando oramos a Dios, oramos a Él. t. Luchar en el Espíritu. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.” (Gal. 5:17). u. La enseñanza del Espíritu. “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.” (I Cor. 2:10). El Espíritu Santo revela su Palabra solamente a cristianos nacidos de nuevo, y no a aquellos que aun están fuera del cuerpo de Cristo. Los hombres sin el Espíritu de Dios no pueden entender las verdades de Dios. 5. El Espíritu Santo y las Escrituras. a. Inspiración. “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (II Tim. 3:16a). El significado literal de “inspiración” es “soplado por Dios.” Ninguna profecía vino por el propio ingenio humano. Nosotros creemos en la inspiración verbal de la Palabra de Dios. Las palabras son inspiradas, dadas por Dios en el idioma original. Alguien podría preguntar, “¿Acaso no usó Dios instrumentos humanos?” Sí, pero el uso de instrumentos humanos no afectó a la Palabra de Dios. Cuando usted lee el Pentateuco, no lee las palabras de Moisés, sino que lee las palabras de Dios. Ver I Corintios 2:12, 13; 10:11; Romanos 4:20-25; 15:4. b. Iluminación. La mejor manera de estudiar el libro es conocer al autor. El mejor intérprete del libro es su escritor, el Espíritu Santo. Así como el Señor Jesús hizo saber las Escrituras a sus discípulos, así el Espíritu Santo lo hará para nosotros hoy (I Cor. 2:9-14). 6. El Espíritu Santo y los pecados. a. Contristando al Espíritu. “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. (Ef. 4:30). b. Mintiendo al Espíritu. “Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?” (Hechos 5:3). Ananías le mintió a la iglesia, el templo del Espíritu Santo. Nosotros también podemos mentirle al Espíritu Santo. Podemos cantar una mentira. A veces en una reunión muy emotiva personas dedican sus vidas a un servicio cristiano, pero luego son negligentes en cuanto a lo prometido. Eso es mentirle al Espíritu Santo. c. Apagar el Espíritu. “No apaguéis al Espíritu.” (I Tes. 5:19). Apagar puede también significar extinguir. Uno puede apagar los dones del Espíritu, y puede apagar el Espíritu en otros impidiéndoles usar los dones del Espíritu (Num. 11:28, 29). d. Resistir al Espíritu. “¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros.” (Hechos 7:51). e. Afrentar al Espíritu. “¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (Heb. 10:29). f. Blasfemar contra el Espíritu. Este es el pecado imperdonable que se encuentra en Mateo 12:31, 32 y Marcos 3:29, 30. Si la gracia de Dios, la cual perdona todos los pecados de la humanidad, no perdona este, entonces este debe ser un pecado inusual. No es asesinato, no es incredulidad. Rechazar la persona de Cristo no es pecado imperdonable; de todos modos, el hombre que rechaza a Cristo y muere, ciertamente está perdido. El Espíritu no contenderá con hombres después de la muerte. Su rechazo final de Cristo no es algo imperdonable, sino algo no perdonado.
Deberíamos distinguir entre: No perdonado e imperdonable. No olvidado e inolvidable. No salvo e insalvable. Creo que la blasfemia contra el Espíritu Santo, que algunos denominan imperdonable, fue un pecado limitado al tiempo cuando Cristo estuvo sobre la tierra. No hay pecadores en la lista negra hoy. Aquellos ofendieron al Espíritu, blasfemaron del Espíritu que hacia las obras en Cristo ¿Puede alguien que ha cometido blasfemia ser salvo hoy? Si, el ejemplo es el apóstol Pablo, “habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. . . Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna.” (I Tim. 1: 13, 16). 7. Emblemas del Espíritu Santo. a. La paloma. “También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.” (Juan 1:32). El Espíritu no descendió sobre ningún otro de esta manera. En Génesis 1:2 el Espíritu Santo se movía sobre la faz de las aguas, como una paloma entibiando sus huevitos. La paloma es una mansa y limpia ave. Por tanto así son los que son del Espíritu: “mansos como palomas” (Mat. 10:16). Ciertamente un hermoso emblema del Espíritu Santo. La Palabra nos presenta la ira del Hijo pero nunca la ira del Espíritu Santo. b. Agua. “Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos;” (Is. 44:3). Ver también Juan 7:38, 39. Lo que el agua significa para los labios sedientos, y la lluvia significa para la tierra seca, es lo que el Espíritu significa para cada ser humano. No hay nada que calme esa sed mejor que el agua; no hay nada que satisfaga esa sequía del corazón mejor que el Espíritu Santo. c. Aceite. “Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David. Se levantó luego Samuel, y se volvió a Ramá.” (I Sam. 16:13). Ver también Isaías 61:1; Hechos 10:38. Cuando el sacerdote era ungido con aceite, se seguía el siguiente procedimiento: primero, su oreja, para oír la Palabra de Dios; luego su pulgar, para que sus acciones fuesen para la gloria de Dios; y después el dedo de su pie, para que anduviese con Dios. d. Viento. “Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. . . Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová.” (Ez. 37:9, 14).Ver también Juan 3:3-8. El viento sugiere actividad. No se lo puede ver, pero es poderoso. La visibilidad no es el límite de su acción. El viento también habla de limpieza (Job 37:21). e. Fuego. “y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.” (Hechos 2:3). El fuego tipifica al Espíritu de Dios. Es fuego que purifica, consume, calienta, prueba, ilumina y energiza. Es lo mismo con el Espíritu Santo. f. Vestiduras. “Entonces el Espíritu de Jehová vino sobre Gedeón, y cuando éste tocó el cuerno, los abiezeritas se reunieron con él.” (Jue. 6:34)."Vino sobre" implica como vestiduras. Y eso habla de protección. El Espíritu es nuestra protección.







Bibliografía

C. K. Barrett, El Espíritu Santo y la tradición del Evangelio; F. D. Bruner

Teología del Espíritu Santo; J.D.G. Dunn
Bautismo en el Espíritu Santo, y Jesús y el Espíritu
 M. Green, Creo en el Espíritu Santo
 H. Gunkel, La influencia del Espíritu Santo
G. S. Hendry, El Espíritu Santo: Crecimiento de una tradición bíblica
C. F. D. Moule, El Espíritu Santo; P.D. M. Ramsey, El Espíritu Santo
E. Schweizer, El Espíritu Santo; H. B. Swete, el Espíritu Santo en la iglesia antigua, y El Espíritu Santo en el Nuevo Testamento
H. Watkins-Jones, el Espíritu Santo desde Arminius a Wesley.

También, vea
  
Dones espirituales
This translation is generously provided by: María Victoria Castillo
Esta traducción ha sido hecha por: María Victoria Castillo
La presentación original (en inglés) de este documento está en English language
La página web principal de CREER (y el índice a los temas) está en: http://mb-soft.com/believe/beliespa.html
1 Chafer, "Teología Sistemática", Publicaciones Españolas, 1986, Milwaqui.

2 Qp. Cit. Chafer, Pagina. 419.

3 Diccionario, "Pequeño Larousse
Doctrinas Bíblicas por Dr. Mark G. Cambron
1Vine, W.E., Vine Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo, (Nashville: Editorial Caribe) 2000, c1999.

Wenham G.J.; Nuevo comentario bíblico siglo veintiuno; Editorial Mundo Hispano; 2003.

Richard L. Pratt, Jr.

EDUARDO B. CORIA

Materiales originales del Dr. David Plaster

LA NEUMATOLOGÍA Por Lic. Luís Rodríguez

DOCTRINAS BÍBLICAS Pastor Christopher J. Dotson



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